Por Fredy León
Desaparecida Verónika Mendoza del escenario político las izquierdas se han quedado huérfanos de líderes, con pocas ideas y nada de iniciativas. En medio de un conflicto político sin precedentes en el país, en las izquierdas no existe un referente para las masas, que sea respetado, reconocido y pueda ser el rostro y la voz de ese sector político en este conflicto por el poder.
Pedro Castillo nunca logró subir ese peldaño, fue un dirigente sindical que en las elecciones llegó a ser un importante referente social y cultural que permitió que los sectores indígenas, campesinos y populares salgan a la escena política con sus propias banderas y reivindicaciones. Su ajustado triunfo electoral fue un terremoto que remeció los cimientos del status quo, pero su paso por gobierno mostró las grandes limitaciones de un personaje sin convicciones solidas y que carecía de un proyecto de país.
Castillo se quedó a medio camino, entre lo que en un inicio prometió ser Toledo y lo que llegó a ser Evo Morales para Bolivia. En su momento lo defendimos porque era objeto de ataques deleznables por parte de esa ultra derecha que con suma facilidad tiñó de racismo el conflicto político, y lo criticamos por sus errores, indecisiones y falta de claridad en su mensaje político.
Personalmente no creo que Castillo sea ese «gangster político» que la ultra derecha pretende mostrar; no existe una sola prueba concreta que lo ponga al nivel de Belaúnde, García o Fujimori, gobiernos donde los grandes negociados y escándalos de corrupción eran moneda común. Solo hace falta tener un poquito de memoría y recordar los casos de Luis Percovich y su vínculo con Reynaldo Rodríguez López «el padrino» y el caso de Villa Coca»; o el dólar MUC y el escándalo de los mirages o lo que fué ese oscuro negociado de la venta de nuestras empresas estatales. Las diferencias saltan a la vista.
El pecado de Castillo fue derrotar a Keiko y su errror no haber formado un equipo de gobierno con personas honestas y de profundas convicciones políticas con las ideas del cambio. Castillo no tuvo esa capacidad política necesaria para liderar un gobierno en medio de un mar embravecido.
Y ese vacío de liderazgo fue fatal para su gobierno. Aníbal Torres, un destacado docente universitario y sindicado por muchos como el poder tras el trono, nunca tuvo coherencia y su excesivo voluntarismo chocaba con los límites de un gobierno que carecía de un norte definido. Ahí donde se necesitaba claridad en el pensamiento reinaba la confusión y la inexperiencia de Betssy Chávez sumado a los inexplicables estropicios de Guillermo Bermejo (¡el genio al que se le ocurrió proponer a Valer como Primer Ministro!) desarmaron por completo a un gobierno que luchaba para no naufragar sin antes haber logrado desatar las amarras del muelle.
Esa crisis de liderazgo se ha convertido en uno de los talones de Aquíles de nuestras izquierdas que no saben dónde están ni a dónde quieren ir.
Vladimir Cerrón ha sido fagocitado por su propio discurso maximalista y reducido a la nada por esa defensa numantina de su persona frente a la cascada de acusaciones judiciales. Cerrón es corresponsable político del fracaso del gobierno de Castillo y dificilmente creo que la Diosa de la fortuna le sonría dos veces.
En el PC y PR las luces se han apagado hace tiempo.
Luis Villanueva, a la razón Secretario General del viejo partido fundado por el Amauta, arrastra todas las limitaciones de esa visión sindicalista que hoy predomina en el PC y que lo ha llevado a ser un actor sin importancia en la escena política. Villanueva, además de ser una figura política deslucida, no parece tener más ambición que jubilarse como un buen burócrata del jr. Cangallo.
Lejos parecen ser los tiempos donde los comunistas peruanos pugnaban por convertirse en «la vanguardia de la revolución». Ahora sus ambiciones parecen ser llegar a tener una vejez placentera y dar un discurso una vez al año sobre las cosas conocidas. Alberto Moreno representa el pasado enterrado por el olvido y Manuel Guerra es el olvido de los que viven para rendir culto al pasado. Luego de Horacio Zeballos Gámes -y en menor medida Rolando Breña- en PR no han surgido nuevos liderazgos. Y un partido que no se renueva y produce nuevos cuadros es porque sus ideas ya no ilusionan a las nuevas generaciones.
Liderazgo es también ilusión. La política peruana tiene mucho más de emotivo y muy poco de racional. Hoy tenemos masas que luchan, resisten y tratan de encontrar su propio camino. Ese camino que sin ser fácil podría ser un poquito menos complicado si en las izquierdas tuviéramos hombres y mujeres que puedan ver un poquito más allá de los límites naturales que el accionar cotidiano nos impone.
Nuevo Perú es un proyecto fallido y Juntos por el Perú un proyecto que lo desarmaron antes de poner en funcionamiento. Tan igual que hicieron con el Frente Amplio.
Luego de la decisión de Verónika Mendoza de retirarse a sus cuarteles de invierno y las inexplicables decersiones de Marissa Glave, Indira Huilca y Anahí Durand, en NP quedó únicamente el voluntarismo de Enver León, que como su homónimo albanés Enver Hoxa, parece el elegido a conducir una idea vacía de un proyecto, que lo mataron al momento de nacer, a su disolución final.
Tantas veces se ha reinventado NP que ha perdido originalidad y muchas ideas.
Casí lo mismo que le pasó a Juntos por el Perú que lo único que lo sostiene con vida es su reconocimiento legal ¿Alguien podría ver a Roberto Sánchez como candidato presidencial? Todos tenemos derecho a soñar pero no es de inteligentes ir corriendo tras las pesadillas.
Tal vez lo único que impide en este momento que la oscuridad cubra por completo nuestro hemisferio izquierdo, es la presencia -aún débil y sin ningún tipo de vínculo orgánico- de dos personalidades que, desde sus propios espacios, podrían aportar un sentido de ilusión realista a la lucha que se viene desarrollando.
Alfonso López y Lourdes Huanca son nombres que podrían destrabar ese camino que la ultra derecha intenta tomar por asalto. Dicen que es de pobres resignarse ante lo inevitable. Pero en la historia nada es inevitable, todo depende de la correlación de fuerzas que se pueda construir.
Sinésio López, creo que con mucha inteligencia y audacia, sostiene que «Si el movimiento democratizador quiere tener éxito, además de fortalecerse y elegir sus propios líderes orgánicos, tienen que organizar una coalición social y política que no siempre es fácil.»
Si las izquierdas, sociales y políticas, tuvieran algo de esa audacia de pensamiento que trasunta Sinésio López, creo que bajo el liderazgo de Lourdes y Alfonso podrían empezar a construir esa coalición para enfrentar las batallas políticas que se avecinan.
No se trata solamente de construir un movimiento para derrotar politicamente a la derecha sino -y sobre todo- se trata de forjar un nuevo bloque nacional, democrático y popular para construir una nueva mayoría política y social y garantizar la nueva gobernabilidad del país dentro de un proceso de cambios radicales y profundos.
Jaime de Althaus, tal vez el ideólogo más importante que tiene la derecha neoliberal, se ha visto obligado a reconocer públicamenre algo que las encuestas muestran entre líneas «…la batalla política, la batalla de las mentes, de la narrativa la está ganando la insurrección. Ese es un hecho que debilita al Gobierno, que tiene muy baja aprobación.»
Quizás por esa razón López Aliaga ha dicho algo que debe llevarnos a la reflexión, “Si Dina Boluarte no es capaz de pacificar el país, debería renunciar, porque lo que está pasando en el Perú no pasa en ninguna parte del mundo (…). Yo he escuchado al responsable de pacificar, que es el jefe del Comando Conjunto de las FF. AA., que ha puesto un plazo de dos meses. Voy a esperar ese plazo para pronunciarme”.
Si las izquierdas no actúan y asumen con firmeza y convicción la tarea de construir esa coalición o bloque nacional, serán los únicos responsables de la derrota de este vasto movimiento popular que desde el Perú profundo ha insurgido con ilusión, alegría y convicción para refundar la patria.
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