Dos meses: un balance provisional

Por Fredy León

Dos meses y la lucha contra la dictadura no da tregua. En las calles del Perú real sobra voluntad de lucha, hay mucho heroismo y generosidad pero falta claridad en los objetivos y no existe una estrategia unitaria para unificar en un solo torrente todos esos ríos desbordados que han puesto a la defensiva a la dictadura.

Una dictadura cae no solo porque la gente se rebela en las calles, sino porque existe una alternativa política, una fuerza organizada con capacidad real para ocupar el vacío de poder que en su caída va dejando la dictadura.

La lucha, para ser victoriosa, no solo debe alimentarse de la natural ira popular, sino de la ilusión y esperanza de que algo bueno -y mejor- va venir. Y eso se construye con organización y unidad, con ideas y debates que fortalezcan las coincidencias y procesen con madurez política las diferencias, con conciencia de clase e inteligencia revolucionaria, con amplitud de mirada y consecuencia en los hechos.

Lo peor que puede pasar, cuando algunos dudan y creen que la noche es más oscura, es que aparezcan voces corrosivas ganadas por la desesperación y falta de confianza en el pueblo y desde su pesimismo se dediquen a añadir más colores al camaleonico panorama político. El sectarismo nunca ha sido garantía de victoria.

En nuestra historia el movimiento popular muchas veces fue derrotado no por la fortaleza de sus adversarios sino por sus propias debilidades. Superar esas debilidades, vencer las tentaciones sectarias y fortalecer la conciencia unitaria debería ser responsabilidad de todos los actores políticos y sociales comprometidos en esta lucha.

Hay que discutir y debatir pero no para debilitar y generar desconfianza entre las propias filas. La lucha aún es larga, lo más probable es que la dictadura -gobierno, parlamento y militares- decidan quedarse hasta el 2026 y depositen su sobrevivencia en el accionar represivo de las fuerzas policiales y militares, verdadero sostén político de la dictadura. Nadie convoca a unas elecciones sabiendo que van a perder.

Frente a esa situación el movimiento popular tiene que optar entre la «vía colombiana o el camino ecuatoriano»

En Colombia, por primera vez, el movimiento popular logró construir su unidad y con Gustavo Petro pudieron derrotar politicamenta a la oligarquía colombiana. En Ecuador pasó todo lo contrario, el movimiento popular decidió priorizar sus pequeñas diferencias y por ese su sectsrismo fueron derrotados electoralmente.

Como hemos venido sosteniendo, en las calles ha surgido un poderoso movimiento plebeyo, provinciano y popular que ha demostrado mucho heroismo y ha dado muestras de gran sacrificio por recuperar la patria mancillada por una dictadura despótica, pero todo eso resulta aún insuficiente para conseguir los objetivos. Se necesita más organización, más unidad, más conciencia de clase, más y mejores líderes, más debates que fortalezcan la unidad del pueblo dentro de su diversidad y menos sectarismo que solo conduce a la derrota.

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