
Por Fredy León
Martín Tanaka, uno de los más serios e importante investigador social, analizando la crisis política sostiene algo que ya habíamos señalado pero que hoy merece una precisión para entender mejor el momento político que vive el país. Según Tanaka «Parecemos haber llegado a un equilibrio precario, en el que conviven un gobierno con escasa legitimidad con protestas constantes de mediana intensidad» (El Comercio, 7 febrero)
Me parece que a estas alturas de la crisis y confrontación política resulta insuficiente hablar únicamente de «un gobierno con escasa legitimidad», creo que ahora lo correcto es señalar que hay un PODER con escasa legitimidad. Lo que vivimos ya no es solamente una crisis de gobierno, sino es una crisis de todo ese régimen político sostenido por la constitución del 93.
Crisis política significa desconfianza del pueblo en sus instituciones e imposibilidad de esas instituciones de encontrar una salida bajo las viejas reglas de juego (leáse constitución)
Si vemos lo que dice la última encuesta de IEP y tomamos el pulso a lo que sucede en las plazas y calles de casi todo el territorio nacional, veremos que existe un gran porcentaje de la población que rechaza al gobierno, pide el cierre del congreso, ha perdido confianza en el accionar de la policia y los militares, desconfia del accionar del poder judicial, la fiscalia y el tribunal constitucional, critica acremente el papel de los medios de comunicación y de la Confiep y en las calles exigen nuevas reglas de juego que en buen cristiano significa una nueva constitución.
Es decir es todo el poder, ese conjunto de relaciones sociales mediante el cual un grupo social impone su voluntad a resto de la sociedad, el que está siendo radicalmente cuestionado por la movilización incesante de la gente.
Entender esto es clave para imaginar los posibles escenarios de desenlace de esta crisis.
¿Cuánto tiempo durará éste equilibrio precario? Difícil saberlo, pero una cosa es cierta, no durará una eternidad. Tarde o temprano ese equilibrio de fuerzas se romperá.
Las fuerzas políticas que controlan el poder del estado sin ser iguales no son diferentes. Su fortaleza radica en la unidad política que han mostrado hasta ahora y en el apoyo total que tienen de las cúpulas policiales y militares. Esto no significa que sean fuerzas homogéneas sino que en su interior existen diferencias y ambiciones propias que en determinadas circunstancias pueden quebrar esa unidad.
Por ejemplo si un sector de los militares se rebela contra las órdenes de la dictadura todo ese poder se puede venir abajo; o si las diferencias entre el ejecutivo y legislativo por el tema de las elecciones se vuelven insalvables lo más probable es que caería Dina; o si los grupos de poder económico empiezan a sentir con mayor fuerza los impactos negativos de esta crisis política esto obligaría al gobierno a acelerar los plazos electorales.
Pero todo esto depende de un factor que ellos no controlan: la fuerza de la calle.
El movimiento popular ha logrado convertirse en un sujeto protagónico del accionar político, los nadies han cobrado una fuerza política importante y lo que han hecho hasta ahora ha sido épico, pero visto en una perspectiva de desenlace final de la crisis, todo lo realizado hasta el momento resulta insuficiente para inclinar la balanza a favor de lograr una salida democrática y popular a la actual crisis.
Dos meses de intensa lucha es algo inédito en la historia de nuestra patria, pero ahora ya no se trata solamente de resistir en las barricadas o someter al asedio al poder -lucha de posiciones según Gramsci- sino se trata de pasar a la ofensiva y colocar la lucha por el poder en la agenda del movimiento popular.
En ese sentido el paro nacional convocado por la CGTP-ANP para el jueves 9 será un verdadero termómetro que medirá la capacidad real de lucha de este heterogéneo movimiento que de manera espontánea y desarticulada se puso a andar hace dos meses.
Aquí seguimos insistiendo que para avanzar en la lucha de masas se necesita forjar un comando nacional unitario de lucha, fortalecer la unidad y precisar con claridad y mucha inteligencia una estrategia de victoria que ademas de marchar y paralizar el país empiece a contemplar otras acciones que lleven al desconocimiento de la dictadura y logre imponer el adelanto de elecciones con referéndum constitucional.
Lo peor que puede pasar al movimiento popular es que el natural desgaste de fuerzas, la prolongación de la lucha y la violenta represión estatal que la dictadura está desarrollando pueda debilitar las fuerzas y conducir a una derrota del movimiento popular.
En política el equilibrio de fuerzas siempre es transitorio. Lo permanente es la imposición de una fuerza sobre otra ¿O el poder del pueblo o el poder de la burguesía?