La trampa

Por Fredy León

Sabemos que el debate político está envenenado. Desde la derecha todo lo ven «terruqueo» y desde cierto sector de la izquierda todo lo reducen a «traición». En el debate actual sobre la coyuntura y las alternativas no se trata de buscar el punto muerto o colocarse por encima de las contradicciones para quedar bien con Dios y con el Diablo, se trata de saber cuál es el eslabón principal a disputar para pelear por el poder. En este conflicto no solo hay ambiciones personales, también hay proyectos políticos en disputa y fuerzas sociales confrontadas. Y eso es lo que no hay que perder de vista.

En política no valen las buenas intenciones, lo que realmente cuenta es el poder y la fuerza que se tiene para disputar ese poder. Y un partido que no luche por el poder no tiene razón de existir.

Luego de los sucesos del 7 de diciembre y la irrupción de las masas en la lucha política, el país quedó dividido en dos grandes campos: las fuerzas de la derecha que buscan la restauración del modelo neoliberal y defienden a raja tabla la constitución del 93 y el heterogéneo movimiento popular que propone un nuevo modelo económico de desarrollo y plantea ir hacia una nueva constitución.

En medio de ese fuego cruzado que remece todo el país, la dictadura de Dina -que surgió de un pacto entre la derecha política, económica, mediática y militar con el objetivo inicial de quedarse hasta el 2026 y llevar adelante una transición pacífica del gobierno- ha quedado atrapada en el vacío y sin iniciativa política. Dina carga con todo el peso muerto de la historia, su única tarea se ha reducido a tratar de contener el desborde popular y garantizar que el gobierno siga en manos de la derecha.

La dictadura no ha podido estabilizar el país, la crisis se ha agudizado, van mes y medio de intensas movilizaciones, 62 muertos y más de 800 heridos y, a pesar de los enormes esfuerzos que hace para dar la imagen que controla el país, en la práctica es un gobierno sin interlocutores y que tiene fecha de vencimiento. Y no porque el congreso decida en algún momento adelantar las elecciones, sino porque la calle ha desarmado los planes de la dictadura, ha modificado la correlación de fuerzas sociales y está poniendo a la defensiva a la derecha.

El destino del país ya no pasa por palacio ni por el congreso, pasa por la fuerza que muestre el pueblo en las calles y la sabiduría que tenga para destrabar este conflicto.

Para la derecha política ya no les resulta rentable mostrarse como defensores a ultranza de la continuidad de Dina. El masivo rechazo a la dictadura y los crimenes cometidos son un enorme pasivo que esa derecha, que tiene intereses electorales, no podrá cargar por mucho tiempo. ¿Se animarán los militares a poner los rostros y los tanques para defender la continuidad de Dina? Difícil saberlo, pero en todo caso eso sería una decisión temeraria que podría desatar una guerra civil.

La derecha puede ser bruta pero sabe defender sus intereses. Y muchas veces mejor que las izquierdas. ¿Cuál es la línea roja que no va cruzar la derecha? No es la fecha de las elecciones ni la continuidad de Dina, es el tema del referéndum constitucional. Creo que la derecha sabe que si se convoca a un referéndum van a perder, todo el modelo neoliberal entrará en crisis final y su poder trastabillará.

El mejor escenario político para la derecha es que Dina controle el proceso electoral y que las elecciones generales sean el 2024 pero sin referéndum. En el peor de los casos, un sector de la derecha en el parlamento puede negociar el adelanto de elecciones y ceder en su apoyo a Dina si ve que el desborde popular es incontenible, pero dudo que cedan un milímetro en el tema constitucional.

¿Deben las izquierdas rebajar sus espectativas y pactar un adelanto de las elecciones para octubre del 2023 con Dina en el gobierno y sin referéndum?

Creo que no, aceptar eso sería un suicidio político. Es cierto la correlación de fuerzas políticas en el congreso para forzar un referéndum son (aún) desfavorables pero la correlación de fuerzas sociales en las calles está modificando de manera radical la imagen del país; la conciencia política crece y la voluntad de lucha aumenta. El pueblo movilizado, que es lo que vale en política, no creo que deponga facilmente sus banderas, nunca antes en nuestra historia se han producido esas grandes movilizaciones que hoy vemos.

En esta lucha no está en juego solamente el gobierno, está en juego el poder.  Renunciar a esa lucha para satisfacer la ira del momento que se contenta con acortar el mandato de una dictadura agonizante no parece lo correcto cuando el pueblo tiene la enorme posibilidad de transformarse en la nueva clase dirigente y refundar la patria. En casi dos meses de lucha este pueblo ha madurado políticamente, ha roto el pacto infame de hablar a media voz y se ha ganado el legítimo derecho de dejar su huella en la historia de nuestro país.

Adelanto de elecciones, sí. Pero con referéndum constitucional.

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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