
Por Fredy León
Hace tiempo que El Comercio ha perdido toda seriedad y ha dejado de ser un medio de comunicación al servicio de toda la sociedad, un periódico objetivo, veraz y plural donde se reflejan y recogen todas las voces y opiniones que coexisten en la sociedad. El diario de la rifa se ha convertido en un vulgar panfleto e instrumento de presión política al servicio de los intereses económicos de un pequeño grupo social.
El poder de El Comercio radica en su posición monopólica -controla casi el 80% de la prensa nacional- que le otorga el privilegio de colocar en el centro de la agenda nacional -o sea eso que se conoce como opinión pública- los temas e intereses de ese sector social que defienden y, las más de las veces, lo hacen manipulando los hechos, retazeando la realidad, embrollando los motivos y negando el derecho a que todos los actores políticos tengan la igualdad de oportunidad para expresarse.
Las ideas que defiende El Comercio son de derechas, y están en su derecho, pero lo que no tienen derecho es presentar esas ideas como si fueran las únicas verdades absolutas, negar el derecho al debate y desarrollar una verdadera caza de brujas contra los que tienen ideas críticas con respecto al pensamiento dominante. El Comercio no promueve el debate de ideas, desde sus páginas alimenta la estigmatización y satanización del pensamiento de izquierdas.
No todos tienen la fortuna de poseer un periódico, pero ser dueño de un periódico no debería significar que ese medio esté al servicio de los intereses de una persona.
El Comercio busca uniformizar el pensamiento bajo el dominio del enfoque ideológico neoliberal y la famosa libertad de expresión pierde rigor cuando la cancha está inclinada y no todas las voces que existen en la sociedad pueden ser escuchadas en igualdad de condiciones.
Dice El Comercio que el gobierno no tiene razones para presentar la cuestión de confianza sobre el tema del referéndum y que el congreso -como creo que finalmente sucederá- debe desestimar esa acción del gobierno sin pronunciarse sobre el fondo del asunto con el único objetivo de evitar que el gobierno tenga el aval legal para declarar la disolución del congreso y en su lugar votar por inhabilitar al presidente Castillo. ¿Y cuáles son las razones de El Comercio para defender tremendo disparate?
Uno, para El Comercio la democracia tiene su razón de ser en el funcionamiento de las instituciones -cuando están bajo el control de la derecha- como el congreso, el ministerio público, la cúpula ecleseástica, los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil -a lo mucho reducida a los gremios empresariales- A los dueños de El Comercio no les importa que el gobierno haya sido elegido por una mayoría, fŕagil pero mayoría, lo que realmente les importa son las instituciones que defienden el status quo. Si la disputa fuera al revés, un congreso promoviendo una nueva constitución y un gobierno atado al pasado, no tengo dudas de que lado estaría El Comercio. En esa su peculiar visión de la democracia institucional, el pueblo está ausente, carece de todo derecho para ejercer su poder y erigirse como el único y legítimo árbitro cuando dos derechos -los que defienden el inmovilismo y los que buscan un cambio- colisionan.
Dos, para El Comercio el capítulo económico de la actual constitución está escrita en piedra y es más sagrada que la tabla de los 12 mandamientos. No importa que el congreso actual modifique todo lo demás a su libre albedrio, que no sirva para solucionar la grave crisis que vive el país y la actual constitución no les avale en su intento de inhabilitar al presidente con tan solo 66 votos.
Cuando El Comercio defiende esa peculiar interpretación, de que toda propuesta de referéndum debe pasar obligatoriamente por el congreso, están diciendo que la única forma de cambiar de constitución es mediante un golpe de estado. Como lo hizo Fujimori en 1992.
En 1946, Rafael Belaúnde Diez-Canseco (padre del ex presidente Fernando Belaúnde) acuño esa famosa frase que hoy vuelve a cobrar relevancia «Si las ideas se combaten con ideas, las masas se combaten con las masas», y es que la actual polarización y falta de un mecanismo democrático para solucionar la disputa política está llevando al país al límite y colocando peligrosamente en el horizonte que la única salida pasa por la confrontación violenta.
El congreso, al negar el derecho de que el pueblo exprese su voluntad soberana vía referéndum, está abriendo las puertas de la violencia.