Por la unidad de los comunistas peruanos

Por Fredy León 

Efímero es el momento en que la grandeza se entrega a los pusilánimes,  
y la suerte no volverá a ellos por segunda vez. 
Stefan Zweig  
 

 
El principal problema que impide toda posibilidad de encontrar una salida democrática a la grave crisis de gobernabilidad que vive el país radica en la fragmentación política y en la inexistencia de un partido que organice y aglutine a las grandes mayorías bajo una visión de país y un programa de gobierno que responda a las demandas que los tiempos exigen, que tenga líderes y militantes honestos y capaces que defiendan consecuentemente los intereses del pueblo y mantengan vínculos indisolubles con el movimiento popular.  
 
Es decir se necesita un partido del pueblo, con el pueblo, por el pueblo, para el pueblo y que sea conciente de la misión histórica que tiene que cumplir.  
 
Muchos creemos que ese partido puede construirse desde la izquierda, pues a pesar de nuestras derrotas, fracasos, limitaciones y errores, las ideas de las izquierdas están mucho más cercanas de las necesidades y espectativas del pueblo que las propuestas de la derecha.  
 
En el país es el capitalismo el que ha fracasado porque no ha podido construir una sociedad de bienestar para todos ni ha logrado tranformar el crecimiento económico en la base del desarrollo sostenido, equilibrado y articulado del país.  
 
El subdesarrollo, miseria, desigualdades, injusticia, explotación, desempleo, destrucción del medio ambiente, discriminación, informalidad y falta de ilusiones en el futuro son resultados de décadas de políticas neoliberales que favorecieron principalmente a los dueños del capital que vieron como se incrementaban sus fortunas mientras las condiciones de vida de millones de peruanos no llegó a mejorar sustancialmente.  

El problema de nuestra sociedad no es que existan pocos ricos, sino que existen muchos pobres. No es que no tengamos riquezas, sino que están concentradas en manos de unos pocos que se apropian de esas ganancias que en un gran porcentaje se va al extranjero, controlan los medios de comunicación y manejan los poderes del estado. 
 
El estado neoliberal, ineficiente y corrupto, es obra de Fujimori y se está pudriendo desde dentro. Las brechas económicas, sociales, culturales y desigualdad de oportunidades para todos se han agrandado; la sociedad se ha canibalizado en una lucha de todos contra todos, la vida ha quedado convertida en una brutal competencia por lograr el éxito económico y el acceso a los servicios públicos como educación, salud, vivienda, cultura y recreación se han deteriorado de manera dramática. La violencia callejera, la delincuencia y la corrupción afectan a todos los niveles de la sociedad. La brutal frase de Manuel Gonzales Prada queda demasiado chico frente a una realidad que ha rebazado toda la imaginación. 
 
El capitalismo ha corrompido todo, ha privatizado los derechos y reducido la felicidad a una simple mercadería a disposición de los privilegiados que pueden comprarlo. El capitalismo salvaje ha convertido al ciudadano en mero consumidor, la cultura en un espectáculo huachafo, ha exacerbado el individualismo egoista, convertido al hombre en el lobo del propio hombre en una sociedad donde el afán de obtener ganancias no conoce límites de ninguna naturaleza moral ni ética. En nombre de la ganancia se destruye el medio ambiente y se reduce al ser humano al rol de ser un depredador del futuro. 

Cambiar esa sociedad y luchar por construir un Perú nuevo ha resultado ser una tarea titánica. La construcción del socialismo peruano no es una obra de mediocres, es una tarea histórica que demanda mucha inteligencia, claridad de ideas, firme voluntad de lucha, consecuencia con los ideales, capacidad para unir a la nación y, sobre todo, tener una fuerza política organizada de los trabajadores que en la accion de masas construya su liderazgo político y moral y se convierta en el nervio y cerebro de esa lucha. 

El Amauta José Carlos Mariátegui fundó ese partido. Y lo hizo no como una acto espontáneo, solitario o aislado del proceso político que vivía nuestro país durante el gobierno de Augusto B. Leguia, sino como culminación de todo un largo y complejo proceso de debate y deslinde con el reformismo aprista, de organización, educación y concientización política de los sectores más avanzados de la clase obrera y la intelectualidad peruana. La revista Amauta es el ejemplo de esos tiempos donde las ideas revolucionarias bullian a fuego lento y las convicciones socialistas se afirmaban en la conciencia de los elementos más avanzados de la clase y la intelectualidad peruana. 

La grandeza del Amauta es que al fundar el partido logró dar sentido real a la lucha por el socialismo, convocó a los hombres y mujeres más valiosos de su tiempo para transitar por el camino revolucionario y organizó a las masas para esa tarea histórica. Mariátegui fusionó en el partido a las fuerzas del trabajo con las fuerzas de la inteligencia, la teoría revolucionaria y práctica creadora formaron una unidad dialéctica que dio vitalidad social y valor moral a la lucha por el socialismo peruano como creación heroica de las masas. 

En palabras de José Carlos Mariátegui “La revolución no es un golpe de mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben bien. Su teoría y su práxis se han formado en la escuela y la experiencia del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de ilusiones.» (La escena contemporánea) 

El Partido no nació como una obra perfecta, no vino al mundo como Venus de la cabeza de Zeus, nació en medio de una polémica con el reformismo aprista y con la mira puesta en la lucha que libraban la naciente clase obrera y las reivindicaciones históricas de los campesinos por recuperar su tierra. El partido nació en medio de una aguda lucha de clases y llegó con el objetivo de dar una salida revolucionaria a ese conflicto político, económico, social y cultural. 

La prematura muerte del Amauta arrebató al naciente partido el genio y liderazgo del revolucionario intelectual que había anunciado su firme voluntad de asistir a la gestación del socialismo peruano. Ese vacio nunca pudo ser cubierto, la sorpresiva aparición de Eudocio Ravines, un vulgar aventurero de ideas y un profesional de la traición, como sucesor del Amauta llevó al partido a una profunda crisis política y confusión de ideas.  

Tuvo que pasar casi una década para que el partido retome el camino trazado por el Amauta y con muchas dificultades, producto tanto de las propias limitaciones como por la represión política donde el anticomunismo ramplón generaba un ambiente de terror, paulatinamente el PC iba convirtiéndose en una vigorosa fuerza política que empezaba a disputarle al Apra el control del movimiento sindical y aparecía como la vanguardia de las fuerzas sociales que luchaban contra el dominio brutal de la oligarquía y los gamonales. 

En la década de 1960 el PC ya tenía una importante presencia nacional y su verdadera fuerza radicaba en el entusiasmo e ilusión que generaba en los sectores populares, en la fuerza que mostraban las ideas comunistas en el debate político, en el miedo que provocaba en los gamonales y terratenientes que miraban con temor la lucha por la tierra que los campesinos desarrollaban, en la justeza de su ideológía que interpretaba de mejor manera nuestra historia y en los grandes avances de las ideas comunistas en el mundo que convertían al PC en un poderoso atractivo para las nuevas generaciones. 

Ese proceso de construcción de la vanguardia se quebró definitivamente en 1964 con la división del PC en dos fracciones, una pro-soviética y la otra pro-china. La división significó la destrucción no solo del partido sino del sujeto revolucionario que estaba en proceso de construcción; las fuerzas sociales revolucionarias basado en la alianza obrero-campesina se fraccionaron en pequeños estancos y de aliados estratégicos acabaron enfrentándose en una absurda lucha sectaria y hegemónica alejada de los verdaderos intereses históricos de la clase obrera.  

Hubo un momento donde existieron 7 organizaciones que se reclamaban ser el “verdadero partido fundado por el Amauta”. A saber, el PC, Patria Roja, Bandera Roja, Mayoría, Puka LLakta, PCR – Clase Obrera y PCR – Trinchera Roja. A esto se sumó la presencia destructiva de Sendero Luminoso que usurpando el nombre del partido fundado por el Amauta, pretendieron “conquistar el poder” mediante el uso del terror y la violencia. 

La división condenó al fracaso todos los intentos realizados por los comunistas para convertirse en una real alternativa de gobierno y poder y solo el surgimiento de la Izquierda Unida, en 1980, significó un importante cambio cualitativo en el proceso de construcción de la nueva vanguardia colectiva, en la acumulación de fuerzas que tenía su eje en el movimiento popular y en la participación activa de amplios sectores sociales en la vida política y donde la democracia local y la conquista de los gobiernos regionales dieron un fuerte impulso a las ideas socialistas.  

Por primera -y única- vez, las izquierdas fueron vistas como una posibilidad real de conquistar el gobierno con un programa de orientación socialista y donde los dos partidos comunistas, el PC y PR, eran actores fundamentales de esa importante experiencia unitaria. 

Lamentablemente la estrechez de mira, la falta de una compresión cabal del proceso unitario iniciado en 1980, una lectura equivocada del periodo político, las vacilaciones de Alfonso Barrantes, la artificial agudización de las contradicciones entre un sector radicalizado de palabra y los que deseaban avanzar con el pie en el freno, sumado a esa eterna indefinición sobre cuál debía ser la estrategia de poder a desarrollar por la IU, llevaron a su disolución. 

La disolución de la IU significó el ocaso de las izquierdas. Las dos agrupaciones radicales -el PUM y el UNIR- que afirmaban que el país avanzaba hacia una confrontación violenta donde la lucha por el poder iba a estar en el orden del día, junto a la Izquierda Socialista que propugnaba un gobierno de unidad nacional, desaparecieron sin dejar rastros de su paso por la historia; el resto de las izquierdas se debilitaron, perdieron el apoyo popular y comenzaron su largo e inacabable peregrinación por el desierto.  

Sobre las cenizas de esas izquierdas el fujimontesinismo impuso el camino neoliberal y el pensamiento único se convirtió en la idea hegemónica que sometió la política bajo los intereses de los grupos económicos de poder. La frase acuñada por Margareth Tatcher «There is no alternative» (No hay alternativa) resonó con fuerza en todo el país. La principal habilidad del fujimontesinismo radicó en que en medio de la miseria descubrió a ese país de cloaca donde todo tenía precio y utilizó la política como un degradante juego de compra de conciencias y venta de lealtades, las consignas políticas fueron reemplazadas por las prebendas y la organización de las masas se movieron en función a prácticas asistencialistas y corruptas manejadas desde Palacio de Gobierno. La dictadura fujimontesinista fue un gobierno para los ricos que contaba con el apoyo entusiasta de los mas pobres.  

Pero donde la derrota tuvo honda repercusión fue en la conciencia política de las masas, en el nivel de organización del movimiento popular; y es que ahí donde antes florecían las ideas socialistas y el pueblo se organizaba para luchar por sus reivindaciones de clase, empezaron a brotar las hierbas malas del individualismo y como una montaña de humo empezó a crecer la ilusión de que el neoliberalismo iba volver a todos millonarios y solo los vagos y ociosos se iban a quedar a la vera del camino. La política perdió su fuerza de atracción, la gente creía más en la posibilidad de lograr mejorar sus condiciones de vida comprando la Tinka. 

Y como casi siempre sucede en estos casos, toda derrota política genera desanimo, produce caos, acusaciones mutuas, ocasiona una desbandada y deserciones de las fuerzas pero a la vez obliga a los elementos más concientes a tratar de sacar lecciones de la derrota, hacer un análisis crítico de las causas que llevaron a esa situación para volver con nuevas ideas y nuevas propuestas a la batalla. 

Pero los restos que quedaron de las izquierdas nunca tuvieron el valor ni la audacia para hacer un balance profundo sobre ese periodo, nunca entienderon que la raíz de nuestras derrotas radicaba, una y otra vez, en la división y los dos partidos comunistas, que a duras penas sobrevieron en esos años oscuros, optaron por atrincherarse en sus respectivas capillas y ahí se quedaron contemplándose el ombligo. Y como en la década de 1970, cuando no hay claridad ni ideas fuerza que dominen la escena política, empezaron a aparecer nuevos grupos –colectivos era el nombre de moda- que pensaban que la historia comenzaba con ellos al tiempo que desaparecieron otros que creían que el socialismo habia muerto de muerte natural.  

El panorama que quedó de esas izquierdas que florecieron en los 80 fue desolador. El Partido Comunista y Patria Roja intentaron conservar sus estructuras orgánicas y trataron de recuperar sus espacios, pero fracasaron de manera estrepitosa porque se mostraron como partidos desfasados del tiempo, sin ideas, organización, líderes, vínculos con el movimiento popular, derrotados y marginados al extremo que hoy son dos fuerzas en proceso de extinción que han perdido credibilidad y no tienen la menor posibilidad de convertirse en esa “vanguardia” que hablaba el Amauta. 

El PC y PR no aprendieron nada de sus derrotas, siguen dominados por una visión sectaria, sobreviven aislados del movimiento popular y se quedaron repitiendo viejas consignas de un tiempo que no volverá. Sus discursos son fofos, sin nada de grandeza intelectual, siempre cabalgando tras la coyuntura para terminar reduciendo su lucha por el socialismo a la mera defensa de sus pequeños espacios sindicales de influencia: el PC en Construcción Civil y PR en el magisterio y seguir controlando la Derrama Magisterial. 

El socialismo, como objetivo estrategico de la clase, ha desaparecido de la escena política. Hoy día nadie sabe qué es ni nadie conoce cómo se puede construir esa nueva sociedad. Es como si hubieramos regresado a los tiempos previos al Amauta donde la confusión dominaba las mentes de los trabajadores. 

En esas circunstancias surge la pregunta ¿cómo construir ese partido de la revolución?  

Según el PC y PR haciendo más de lo mismo, es decir repitiendo esas experiencias que llevaron a su derrota y que fracasaron totalmente. El PC pudo haber sido ese partido si no se dividía en 1964 y PR nunca tuvo las posibilidades reales, a pesar que en 1980 se convirtió en la principal fuerza de izquierda, porque nacieron de una experiencia de derrota, tenían el virus del sectarismo en su ADN y no fueron minimamente consecuentes con el discurso que enarbolaron. 

Si el camino de la división ha demostrado hasta la saciedad que esa no es la vía a transitar para construir la fuerza revolucionaria que el país necesita para luchar por el socialismo ¿qué nos queda? 

Nos queda lo más dificil, lo más complejo, lo que parece imposible y lejano de nuestras menguadas fuerzas, de nuestras  desteñidas ideas y nuestras escazas ambiciones de hacer historia: forjar la unidad de los comunistas peruanos. 

Y para ello se necesita mucha grandeza política y capacidad de renuncia a lo viejo, a lo que no vale, a lo que ha fracasado, renunciar a nuestro sectarismo, renunciar a esa vieja cita de Lenin, manipulada al extremo, de que “el partido se fortalece depurándose”, renunciar a esa idea equivocada que ha puesto la defensa de las siglas partidarias como su máximo objetivo. 

Para nosotros el partido de los comunistas se forja en la unidad, construyendo esa unidad sobre la confluencia del PC , PR y convocando a todos los comunistas que tengan algo que aportar a este proceso de refundación del comunismo peruano en base al debate, la polémica de ideas, la definición de propuestas y alternativas de esa nueva sociedad que aspiramos a construir, en base a un discurso revolucionario identificado con los intereses de las masas populares y con una práxis coherente que con el ejemplo y la lucha diaria nos permita ganarnos el título de vanguardia. Un partido para la revolución, que sea intransigente con los principios y tenga una táctica asumida de manera conciente por todos los militantes. 

Es decir proponemos una unidad de los comunistas peruanos que pueda darle contenido real a la lucha por el socialismo peruano, que sacuda las telarañas que cuelgan de nuestro árbol ideológico, el marxismo-leninismo, que aprendamos a ser profundamente creadores como enseñaba el Amauta José Carlos Mariátegui, que tengamos la ferrea voluntad de construir la gran unidad política y social de las izquierdas y el pueblo peruano con una definida vocación de gobierno y poder. 

Ese partido es posible construirlo si es que los camaradas del PC y PR se atreven a dejar de vivir de las nostalgias del pasado y osan mirar el presente, ese presente lleno de pesimismo, sombras y peligros que amenazan a la patria, lleno de angustias y desesperaciones de la gente común y corriente que ve un vacio y silencio en la izquierda, ese presente donde el capitalismo sigue incolume porque no existe una alternativa real que muestre a la gente que existe otra manera de organizar la vida y construir una sociedad democrática, de paz, justicia e igualdad. 

Mariátegui fundó un partido para la revolución. Valdría la pena que no lo olvidemos. 

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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