Un Cerrón de problemas

Por Fredy León

Estos mis cabellicos, maire,
uno a uno se los lleva el aire.

Es facil navegar en aguas mansas, lo dificil es conducir el navio en medio de la tormenta y llegar sano y salvo a buen puerto. Y para eso se necesita algo más que buena suerte.

Vladimir Cerrón, a pesar que no logró cumplir su ansiado sueño de ser candidato presidencial, tuvo mucha suerte durante la campaña electoral; su candidato ganó ajustadamente las elecciones presidenciales con un discurso reduccionista y demasiado simple -¿alguien se acuerda del programa original de Perú Libre?-, con un partido sin una estructura orgánica sólida ni cuadros politicos y técnicos formados para conducir el gobierno y con un candidato sin mayor experiencia, identidad programática ni fidelidad política con la organización que lo llevó a la presidencia.

Perú Libre ganó las elecciones con el discurso de cambiar, o por lo menos intentar cambiar, el rumbo agónico de la historia del país sumido en una crisis permanente y atrapado en la miasma de la corrupción y la mediocridad política.

Y fracasó en esa tarea.

Luego del histórico triunfo electoral de Perú Libre, la historia de Vladimir Cerrón es la historia de sus fracasos.

La principal responsabilidad de Cerrón es que como máximo dirigente e ideólogo indiscutible de Perú Libre no pudo -o no supo- dotarle de un norte estratégico al nuevo gobierno. Cerrón debió dejar de ser ese simple agitador de plazuelas para convertirse en el formador de las nuevas conciencias políticas del país. Pero como dice el dicho, Dios le da barbas al que no tiene quijada.

La derrota electoral de la derecha neoliberal abría la posibilidad de replantear los términos del debate nacional y colocar los verdaderos temas en el centro de la confrontación de ideas. Y es que luego del triunfo electoral había que derrotar en el plano de las ideas, propuestas y alternativas a la derecha neoliberal para dar impulso, sostenibilidad y legitimidad a las nuevas políticas de estado.

Y se supone que en esas nuevas circunstancias la valía de un dirigente politico radica en su capacidad para levantar en alto las ideas-fuerza que deben guiar el accionar de su movimiento politico.

Pero Cerrón optó por lo más simple, se dedicó a administrar las menudencias de la política y sembrar de derrotas su accidental triunfo electoral.

En una inexplicable torpeza política las relaciones entre Cerrón y Castillo se deterioraron paulatinamente al extremo que ese desencuentro acabó en una ruptura política del movimiento que llevó a Castillo a la presidencia: hoy tenemos un gobierno sin sustento politico y un partido que ganó las elecciones marginado del gobierno.

Sin claridad en las ideas ni objetivos concretos, Vladimir Cerrón tampoco entendió que hacer política sin una correlación de fuerzas favorables estaba destinado al fracaso. Las elecciones no modificaron de manera sustancial la correlación de fuerzas, la derecha neoliberal perdió el gobierno pero mantienen el control de los demás aparatos del Estado. Con el triunfo electoral de Pedro Castillo surgió en el país, de manera espontánea, un estado de ánimo que viraba hacia posiciones de izquierda y que podía ser el sustento orgánico de esa nueva voluntad política, necesaria e imprescindible, para garantizar la gobernabilidad del país y cumplir con las promesas electorales.

En contraposición al poder decadente de la derecha neoliberal, cuya hegemonía está en disputa entre Keiko y López Aliaga, desde las izquierdas se planteaba la gran posibilidad histórica de forjar el nuevo bloque democrático, nacional y popular bajo un programa mínimo y con tareas de gobierno.

Pero sucedió todo lo contrario. Cerrón priorizó la confrontación, alentó las pugnas internas y se aferró a su vocación sectaria.

Los resultados de esa práctica están a la vista: el estado de ánimo de las masas populares se ha diluido, la derecha ha pasado a la ofensiva, el gobierno lucha únicamente por sobrevivir, Perú Libre ha entrado en coma y las izquierdas -en la práctica- han desaparecido de la escena política.

En menos de un año Vladimir Cerrón ha dilapidado todo su capital politico. Como estratega politico no tiene nada que mostrar y hasta su bancada en el congreso ha quedado reducido a la nada. Es cierto que cuando estaban unidos tampoco lograron ganar algun espacio de poder en el congreso. Los congresistas de Perú Libre nunca pudieron esbozar una agenda legislativa, estuvieron más ocupados en dirimir sus pugnas internas y su radicalismo verbal se apagó en temas muy sensibles, como la designación de los miembros del Tribunal Constitucional o la contrareforma universitaria, donde terminaron votando junto al fujimontesinismo.

Como consuelo podemos decir que lo sucedido con Vladimir Cerrón forma parte de la historia de esos liderazgos esporádicos que se obnubilan con un pequeño triunfo y terminan derrotados por la aridez de su pensamiento y su práctica sectaria. Pasó en los 80 con Hugo Blanco que de ser el dirigente de izquierda más votado para la Asamblea Constituyente acabó en el ostracismo político. El famoso caudillo trotskista pensó que los votos le pertenecían y desde la soberbia no dudó en dinamitar ese proyecto unitario denominado ARI.

Después de ese fracaso el liderazgo politico de Hugo Blanco se derrumbó como un castillo de arena. Y todo por sectario.

Y es que en política, a diferencia de lo que afirmaba el gran Gabo, una buena madurez del pensamiento político nunca puede ser visto como un pacto con la soledad.

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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