Por Fredy León
Al gobierno no le quedaba otra opción: o el presidente terminaba siendo rehen de Keiko o se enfrentaba al congreso para viabilizar su propuesta del referéndum.
Y Vizcarra optó por lo segundo.
El congreso, bajo el control del aprofujimontesinismo, se convirtió en el soporte político de esa mafia corrupta enquistada en la administración de justicia y venía bloqueando torpemente todo intento de juzgar a los responsables de la corrupción que vive el país.
La posibilidad de cierre del congreso no debe verse como un objetivo en sí mismo, sino como un paso necesario para enfrentar a la mafia que, gracias a ese congreso, goza de absoluta impunidad y avanzar, con pasos firmes, en el proceso de regeneración moral de la vida pública en el país.
La cuestión de confianza planteada por Vizcarrra, tiene que ir acompañada por la más amplia movilización popular. Solo si el pueblo asume con firmeza la lucha contra la corrupción, impulsa con decisión la lucha por las reformas políticas y pone en el centro del debate la convocatoria a una Asamblea Constitutente, se puede acabar con las viejas y podridas herencias del fujimontesinismo e iniciar un nuevo ciclo político en el país.