Por Fredy León
Somos críticos de Vizcarra, no compartimos su diagnóstico de la situación del país expuesto en su discurso cuando asumió la presidencia de la república, tampoco la composición de su gabinete ni su actitud genuflexa que mantiene frente a la alianza aprofujimontesinista.
Vizcarra no es un recien llegado a la política, ha sido vice presidente de PPK y fue parte principal del primer gabinete hasta que se vió obligado a renunciar y autoexiliarse en Canadá, luego de haberse visto involucrado en el caso de la fallida licitación del aeropuerto internacional de Chincheros.
Vizcarra asumió el país en un ambiente de crisis y degradación de la vida pública y no tomó ninguna medida para combatir la corrupción. Desde la asunción de la presidencia, Vizcarra renunció a gobernar y quizo dedicarse a administrar la rutina de un gobierno anodino sin ideas ni rumbo.
Hasta ahora.
El nuevo escándalo de corrupción que compromete seriamente la credibilidad del Poder Judicial le ha obligado a tomar posición.
Luego de una actitud contemplativa y meliflua, Vizcarra ha decidido convocar al pleno del congreso para que decida la destitución de todos los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura, órgano que fue tomado por una mafia corrupta, y cuyas ramificaciones llegan hasta el congreso.
En estas circunstancias delicada que vive el país hastiado de los sucesivos escándalos de corrupción y la falta de voluntad política para que los peces gordos sean sancionados, Vizcarra tiene dos opciones: o se dedica únicamente a podar las ramas podridas por los escándalos de corrupción o se decide -de una vez por todas- a arrancar de raíz el infecto árbol de la corrupción.
Solo el tiempo dirá cuál de las dos opciones tomará Vizcarra. Y mientras tanto, sólo la actitud del pueblo puede ser garantía para derrotar a los corruptos y erradicar la corrupción de la vida pública del país.