Por Fredy León
El sindicalismo peruano vive momentos dificiles. Hace tiempo que los trabajadores han desaparecido de la escena nacional, la lucha sindical ha perdido presencia y significado político, los gremios sindicales ya no son el principal referente social de la izquierda y las plazas y calles han dejado de ser el espacio privilegiado de lucha de los trabajadores; ese espacio ahora lo ocupan otros actores sociales, como los fundamentalistas religiosos, tipo «con mis hijos no te metas.»
La política laboral impuesta durante la dictadura fujimontesinista ha recortado casi todos los derechos conquistados por los trabajadores y destruido a los sindicatos; en la práctica se ha eliminado el derecho a la libre sindicalización y restringido la negociación colectiva. Tenemos una de las tasas de sindicalización más baja de la región, 6%, solo por encima de Guatemala y Ecuador que tienen el 2% y un recortado derecho a negociación colectiva que solo abarca al 2% de la población económica activa. (Densidad asalariada, sindical y negocial en las Américas. Alvaro Orssati. Sao Paolo 2016)
Formar un sindicato resulta mas dificil que esperar que Alianza Lima gane un partido en la copa libertadores o que Universitario campeone en la liga local.
Sin sindicatos fuertes no existe posibilidades para que a través de la negociación colectiva se conquisten aumentos de sueldos, mejores condiciones de trabajo o modificar el regimen laboral. Los empresarios, con el amparo del Estado, han impuesto sus duras condiciones laborales a los trabajadores, quienes al no ver otras alternativas, se han ido acostumbrando a aceptarlas. Resultado: tenemos un regimen laboral del siglo XIX que ha despojado a los trabajadores de sus mínimos derechos en un país donde la redistribución de la riqueza nacional se ha vuelto mas injusta e inequitativa.
Y con ese panorama desolador no ayuda para nada la actitud de la dirigencia de la CGTP que parece haber perdido la sintonia con las demandas de los trabajadores y deambula sin un rumbo fijo.
En noviembre del año pasado, la CGTP acordó convocar a un paro nacional para el 17 de mayo; hace unos días, la Asamblea Nacional de Delegados decidió suspender dicha convocatoria. No les quedaba otra alternativa; lo aprobado en noviembre no fue mas que un saludo a la bandera. Personalmente nunca llegué a entender las razones que llevaron a la dirigencia de la CGTP a proponer un paro nacional con tanta antelación y al margen de lo que ocurra en una coyuntura política tan volatil como la nuestra.
Mantener en esas condiciones esa medida de lucha hubiera significado llevar al débil movimiento sindical a una derrota, un nuevo fracaso y un peligroso aislamiento social de lo poco que queda del movimiento sindical.
Pueda ser que la dirigencia de la CGTP tenga voluntad de lucha, pero viene demostrado que le falta capacidad de dirección. Si uno aprueba una medida de lucha y luego recula sin mayor explicación, es porque algo está fallando.
No se puede actuar irresponsablemente, no se puede aprobar burocraticamente medidas de lucha que no corresponden al nivel de fuerzas que tiene el movimiento sindical y sin un análisis real del estado de ánimo de los trabajadores. Con esa actitud, la dirigencia de la CGTP está jugando con las espectativas de los trabajadores y poniendo en riesgo la poca credibilidad, que a duras penas, conserva el movimiento sindical.
El sindicalismo peruano tiene que reinventarse, hacerse mas democratico en lo interno, mas radical en su lucha contra el capital y mas solidario con los diversos movimientos sociales que rechazan y luchan contra las políticas neoliberales.
La CGTP tiene que posicionar el tema del trabajo, salario, pensiones, derecho a la libre sindicalización y negociación colectiva como parte central de la agenda politica del país. La sociedad tiene que comprender que el desarrollo y bienestar de un país solo se logra cuando se aplican políticas económicas que tengan como objetivo central la creación de puestos de trabajo productivo y con derechos plenos.
Promover la creación de trabajo productivo es la única forma que tienen las sociedades para crear riqueza e impulsar el desarrollo con bienestar para todos. Esa es la mejor manera de luchar contra la pobreza y reducir las tremendas brechas económicas que caracterizan al Perú del siglo XXI.
La gran responsabilidad que tiene con el país la actual dirigencia cegetepista es lograr que movimiento sindical abandone sus cuarteles de invierno y pase a la ofensiva en la lucha por mejores salarios, pensiones, derecho a la libre sindicalización y negociación colectiva. Esa es la mejor contribución que puede hacer el movimiento sindical para modificar la actual correlación de fuerzas y derrotar al neoliberalismo.