Por Fredy León
«La razón siempre ha existido, pero no siempre de una forma razonable.»
Karl Marx
Antes de él, el destino de la clase obrera era todo sombras; sus luchas, heroicas pero dispersas, no tenían objetivos políticos y los lamentos por una existencia miserable eran el eco de la resignación de esos condenados de la tierra que buscaban consuelo en los pulpitos de la iglesia.
Marx tranformó la resignación en rebeldía y cambió radicalmente toda una forma de pensar y entender la historia. Desde la teoría política dió a la clase obrera un sentido histórico. Marx ofreció a los obreros un mundo para conquistar a cambio de atreverse a desposarse de sus cadenas que lo atan al viejo mundo.
Marx vivio tiempos azarosos, fue protagonista de ese periodo turbulento de grandes transformaciones revlucionarias en la vieja Europa donde el capitalismo aparecio al mundo chorreando de sangre y muy pronto entendió que no bastaba con explicar la razón de las miserias de los trabajadores, lo esencial era cambiar ese mundo construido sobre tremendas injusticias sociales. El capitalismo encontró a Marx su más encarnizado enemigo y sometió «a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder.»
Las ideas de Marx no surgieron de la nada ni fueron producto de una mente fantasiosa que vivió alejado de la realidad. La teoria marxista parte de la realidad y es producto del más profundo estudio y análisis concreto de esa realidad socio-económica. El marxismo es la crítica radical de todo un proceso histórico transitado por la humanidad, y si se convirtió en la mas alta expresión teórica de los trabajadores que luchaban por trasladar el reino de los cielos al mundo terrenal, fue precisamente porque esa teoría fundió su destino junto a la clase obrera. La filosofía marxista se convirtió en el cerebro y la clase obrera en el corazón de la lucha por la revolución socialista.
La lucha de los trabajadores durante el siglo XIX y que tuvo su punto más alto en la Comuna de Paris (1871), ese heroico intento de los obreros franceses por tomar el cielo por asalto, a pesar de su derrota, demostró que la clase obrera sí podía forjar un nuevo orden social. Marx extrajo, de ese intento fracasado, una de las conclusiones vitales con respecto al Estado y que todo proceso revolucionario debe enfrentar «la Comuna ha demostrado, que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines. . .»
Su famoso enunciado «llegará el día donde los expropiadores serán expropiados» expresado en su obra cumbre El Capital es, más que una audaz premonición, la conclusión lógica de todo un análisis del devenir histórico del capitalismo y sus contradicciones intrínsecas de un sistema que tiende a concentrar la riqueza en un pequeño grupo.
Marx comprendió que la lucha de clases es el motor que mueve la historia, y esa historia nunca podía estar quieta, es como el viento que se mueve en múltiples direcciones pero en definitiva es la voluntad de los hombre la que define el rumbo. La historia lo hacen los hombres, pero no de acuerdo a su libre albedrio sino de conformidad a las circunstancias concretas que les toca vivir, por eso que Marx nunca se planteó tareas imposibles de resolver. La revolución, para Marx es una necesidad imperiosa para terminar con la protohistoria de la humanidad.
El viejo Marx no fue ningún Nostradamus de la historia, su teoria no buscaba pronosticar el futuro, sus obras no pretendían convertirse en verdades absolutas al margen de la historia. Marx era un revolucionario profundamente dialéctico, vivió su tiempo histórico con la mente abierta a todos los avances del conocimiento humano, fue un hombre de ciencia que estudió, analizó y criticó desde la cúspide de la razón humana, la naturaleza expoliadora del capitalismo, explicó la ley del valor que mueve la gran maquinaria del naciente sistema capitalista y descubrió que las contradicciones entre el capital y el trabajo pueden ser resueltas únicamente cuando el producto total de ese proceso sea en beneficio de toda la sociedad.
Creo que el gran aporte de Carlos Marx radica en que nos legó un método revolucionario profundamente dialéctico y creador para transformar un sistema basado en la explotación del trabajo ajeno y construir una nueva sociedad donde «el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.» Ese es el gran valor de Marx, y por eso, su pensamiento y sus ideas siguen vigentes.