Por Fredy León
La vida es una secuencia continua de actitudes, comportamientos y decisiones que, para bien o para mal, uno va asumiendo en su momento.
La vida nos otorga el privilegio de poder volver la vista hacia atrás, valorar el sentido de las decisiones e interpretar su significado real, pero no podemos modificar los hechos ni cambiar el pasado.
Somos espectadores pasivos del pasado, pero lo que sí podemos hacer es atrevernos a cambiar el presente e imaginarnos el futuro.
Pero para ello se requiere mirar el horizonte, ser un visionario, construir sueños colectivos y tener la convicción para luchar por hacer realidad los ideales.
La historia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que con sus actos cambiaron el curso de la historia. Y uno de ellos, por su grandeza moral, mística revolucionaria y ejemplo de coherencia entre la palabra y la conducta, es el guerrillero heroico, el Comandante Ernesto «che» Guevara, el revolucionario que se transformó de ser un simple espectador del pasado, en el hacedor de un futuro que hoy lucha por hacerse realidad en medio de las grandes contradicciones que marcan el ritmo de la historia.
El che alcanzó la inmortalidad porque es sinónimo de rebeldía, porque se atrevió a imaginar el futuro y porque en su momento tomó la decisión de emprender un camino que creía era la única alternativa para acabar con siglos de explotación y miseria humana.
El che luchó por sus ideales socialistas con la mente abierta, el fusil en la mano y el corazón entregado a la liberación de los pueblos de nuestra Abya Yala.
Lastimosamente la historia se confabuló con el pasado para derrotar los sueños del futuro. La voluntad no pudo quebrar el curso de la historia.
El che murió en su intento de saldar las viejas cuentas con ese pasado de oprobio; pero su sangre, roja y pura, regó las semillas del futuro que hoy, venciendo las grandes dificultades que toda obra verdaderamente revolucionaria tiene que enfrentar, germinan en la conciencia de la patria nueva que se va abriendo paso.
El che es el revolucionario que con su muerte se adelantó a su tiempo, y hoy, en medio de la bruma de la historia que las luchas de nuestros pueblos van disipando, se yergue victorioso.
Esa es la grandeza de el che, el comandante inmortal, el revolucionario siempre presente en cada una de las luchas que libran los pueblos americanos, el ser humano integro y solidario cuyo ejemplo pertenece al futuro.