Por Fredy León
Las brechas entre España y Catalunya se agrandan. La división del país ibérico parece inminente y el anunciado divorcio puede tener visos dramáticos si continua la escalada de enfrentamientos. En Catalunya, los viejos fantasmas de la sangrienta guerra civil española amenazan con renacer para saldar su deuda con la historia.
Lo sucedido en Catalunya el 1-O fue el suicidio inducido de la democracia española bajo un escenario surealista nunca antes visto; policias enmascarados apaleando brutalmente a ciudadanos de toda edad que pacificamente querian cumplir con el viejo ritual sobre el que se sustenta la democracia: votar.
Si un ciudadano no puede ejercer su derecho básico de votar, la democracia pierde su valor principal.
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, apostó a impedir el referéndum catalán utilizando todo el poder coercitivo del estado español.
Y fracasó en su torpe intento y España perdió su imagen de país democrático.
Resultado de ese estrepitoso fracaso: España está a punto perder su poder sobre Catalunya. Y tras palos, cuernos. No solo es el problema catalán que debe preocupar a España, no olvidemos que los vascos -y en menor medida- los gallegos mantienen viejas cuentas pendientes con el Estado Español.
Rajoy, que se caracteriza por su orfandad de ideas, sacó a relucir lo peor de la tradición autoritaria y despótica de la derecha española que nunca renunció a su pasado franquista.
Cuando todo aconsejaba que el tema Catalán había que encarrilarlo por cauces de la política y el diálogo activo para buscar una salida pactada -como sucedió en Quebec y Escocia- Rajoy taimadamente no hizo nada y pensó que, frente al acto político del referéndum -que tenía mas de simbólico que real- bastaba con actuar con mano de hierro, como en los tiempos de Franco.
Rajoy procedió a militarizar Catalunya con la ilusión que ese tropel de policias iban a lograr requizar urnas, destruir cédulas de votación y reprimir los anhelos independentistas de un sector de la población catalana.
Las imagenes que han dejado el accionar de la policia el 1-O no dan lugar a duda. La policia intentó hacer su tarea sucia, pero cuando no se cuenta con el apoyo popular, los resultados son contraproducentes. Rajoy quemó sus naves y luego del 1-O, las tropas policiales son vistas como una fuerza de ocupación.
Rajoy, a pesar del inmenso poder utilizado y haber repetido innumerables veces que no iba haber urnas el 1-O, finalmente no pudo quebrar la voluntad de millones de catalanes que desafiaron al estado español y salieron a votar a como de lugar.
Y en ese caos en que se desarrolló el referéndum, el independentismo catalán ganó la partida. Ahora cuentan con un respaldo social importante, tienen la iniciativa política y han puesto a la defensiva al gobierno español que naufraga en la nada.
Y mientras tanto, los plazos para el diálogo entre el gobierno y los independentistas catalanes se van agotando y cada vez parece imposible.
Si el gobierno de Rajoy no modifica radicalmente su estrategia frente a Catalunya, entonces solo van a quedar dos alternativas: o los catalanes declaran su independencia de manera unilateral o el gobierno español decide aplicar el artículo 155 de la Constitución española e interviene -manu militare- el gobierno regional para retomar el control de Catalunya.