Por Fredy León
Si uno se toma la molestia de revisar los planes de gobierno de PPK y Keiko, encontrará que existen mas afinidades que diferencias.
Si uno revisa los diarios de debates de la comisión de presupuesto del congreso, se dará cuenta que en política económica existen coincidencias fundamentales entre la bancada fujimontesinista y el gobierno, y en lo que respecta al presupuesto, ambos comparten la misma visión en cuanto a la estructura de ingresos, gastos y prioridades en la inversión.
Si uno se pregunta quiénes dirigen la política monetaria, verá que es una curiosa simbiosis entre tecnócratas neoliberales (Velarde) muy cercanos al gobierno de PPK y personajes fujimontesinistas de dudosas cualidades profesionales (Chlimper, Rey) digitadas por la mayoría fujimontesinista que domina el congreso.
Un dato de esa realidad política nos muestra que objetivamente existen bases reales para que PPK y Keiko se pongan de acuerdo en un programa mínimo que garantice la estabilidad política del país y ponga fin a la suerte de crisis de gobernabilidad que se viene incubando.
Para lograr ese cometido se necesitan líderes que tengan visión de futuro y compromiso con el país, pero la derecha neoliberal solo ha parido dirigentes políticos que solo piensan en las próximas elecciones y su única lealtad es consigo mismo.
¿Cuáles son entonces las diferencias que separan a Keiko de PPK?
Uno es la libertad de Alberto Fujimori: aquí los fujimontesinistas no saben cómo lograr su objetivo de liberar de la cárcel a Fujimori sin que eso perjudique sus espectativas electorales del 2021 y el gobierno no muestra ninguna iniciativa para sacar ese tema de la congeladora.
Segundo, y esto es lo principal, Keiko Fujimori no acepta la dura realidad de haber perdido unas elecciones que creía tener ganadas. A pesar de los intentos de acercamiento -incluida esa folclórica especie de retiro espiritual patrocinada por Cipriani- Keiko se niega tercamente a reconocer que el proceso electoral ya terminó, que las elecciones definieron un ganador y que hubo una candidata que por segunda vez fue derrotada.
Es en el plano emocional de una candidata derrotada que no tiene el don de saber ocupar su espacio político que las elecciones definieron, donde hay que encontrar las explicaciones a la situación de enfrentamiento permanente que tensan las relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo.
No es el Perú como país lo que divide las aguas entre PPK y Keiko. Son las ambiciones personales y la negativa a aceptar un rol secundario lo que genera ese clima de crispación política, y que una vez mas demuestra que para la derecha sus intereses económicos y de grupo son mas importantes que el futuro de la patria.