Por Fredy León
La sorpresiva elección de una mujer como Secretaria General del PC, ha concitado la atención natural, y por esa sencilla razón, otro hecho de igual importancia ha pasado totalmente desapercibido: la elección del dirigente obrero de Construcción Civil, Luis Villanueva Carbajal como Sub Secretario General del PC.
En política los detalles cuentan y dicen mucho: una mujer y un obrero como máximos dirigentes del PC. Dos sectores sociales importantes, y si logran articular con los movimientos juveniles y con las fuerzas de la cultura y la intelectualidad progresista, el comunismo peruano puede tener futuro.
Pero mientras esperamos que se hagan público los acuerdos del XV Congreso y se presente en sociedad a la nueva dirección del PC, deberemos contentarnos con intentar descifrar esos detalles, que son la única manera que tenemos por ahora, para aproximarnos a tratar de comprender el sentido de las decisiones adoptadas por los delegados asistentes al evento de los comunistas peruanos, y sobre esa base, intentar visualizar hacía donde se dirige el viejo partido fundado por el Amauta.
De Luis Villanueva sabemos que es un joven dirigente del gremio del andamio, uno de los cuadros políticos más destacados formado en las filas del PC, un dirigente respetado en su sindicato, que posee una sólida formación cultural (me comentan que ha logrado graduarse como abogado), que ha demostrado conocimiento y experiencia en la lucha sindical, y que a partir de ahora, tendrá el reto de dar el gran salto de la vida sindical a la actividad política, de pasar de ser representante de un sector social a tratar de construir un liderazgo político de alcance nacional.
Su elección como Sub Secretario General del PC se inscribe en una vieja tradición de los comunistas peruanos que siempre han tratado de promover a cuadros obreros a niveles de dirección política. En la historia han quedado consignados los nombres de dirigentes comunistas como Simón Herrera Farfán, Emiliano Huamántica, Isidoro Gamarra, Pedro Huilca, Valentín Pacho, entre otros, que provienen de las canteras de obreros de Construcción Civil.
El partido tiene que recuperar esa su identidad política revolucionaria y reconstruir sus nexos orgánicos con la clase trabajadora; los militantes comunistas tienen que convertirse en el elemento dinámico de la organización, educación y movilización popular, demostrar que llevan en la sangre esa predisposición de lucha por el socialismo.
Hay que forjar el poder obrero pero sin caer en un discurso “obrerista” ni reducir los objetivos de lucha al simple ámbito sindical. Los trabajadores tienen que desarrollar la conciencia de clase y comprender que tienen un país por conquistar, que ellos están llamados a construir con se esfuerzo e inteligencia una sociedad de libertad y justicia.
Los trabajadores son el sustento social principal a partir del cual el Partido tiene que avanzar, con audacia creadora y pasión revolucionaria, en la construcción de una nueva mayoría política y social. Los obreros, aislados de la sociedad civil, no tienen ni la fuerza ni el poder para cambiar el rumbo del país. Su importancia política radica en su capacidad de convocar y unir al movimiento popular en un solo torrente de lucha.
Se habla y se discute, a veces no sin razón, que los cambios ocurridos en la economía han conllevado a una modificación en la estructura social y que la clase trabajadora ha perdido su centralidad orgánica, que el movimiento sindical representa a una ínfima minoría y que el sujeto social de la revolución se ha trasladado hacia otros sectores sociales.
Siendo en parte ciertas alguna de las afirmaciones, creo que las causas de la pérdida de la centralidad de la clase trabajadora hay que buscarlas en la superestructura, en el desarrollo de la conciencia de clase. La economía ha sufrido cambios importantes, pero la esencia del capitalismo continúa en pie, y el conflicto entre trabajo y capital, continúa siendo la principal contradicción a resolver en una economía primario exportadora.
La clase trabajadora ha perdido su identidad política y el socialismo ha dejado de ser el motor de sus luchas. Recuperar eso pasa por reconstruir el partido y rearmar la utopía comunista.
“La idea revolucionaria –sostiene Mariategui- tiene que desalojar a la idea conservadora no sólo de las instituciones sino también de la mentalidad y del espíritu de la humanidad. Al mismo tiempo que la conquista del poder; la Revolución acomete la conquista del pensamiento.”
La derrota de la clase fue consecuencia de la debacle del Partido, y la debilidad que muestran los trabajadores es consecuencia de la ausencia de una organización política que vive lejos del sentimiento popular, que no tiene ideas para sacudir la conciencia de los trabajadores, que le faltan iniciativas para acabar con el apoliticismo, que no siente el rumor de las multitudes y no palpita con las luchas de los desheredados de la tierra.
Revertir esa situación de derrota es la principal tarea que deberá encarar Luis Villanueva. La historia le ha colocado la responsabilidad de ser el dirigente comunista que recupere el espacio político de los trabajadores y devuelva a los trabajadores la fe en el socialismo, ese mito del que hablaba Mariátegui, y que en nuestro país, convocaba a multitudes.