Por Fredy León
La suspensión del congreso de la gloriosa FDTC, debido a divergencias internas y falta de criterios unitarios, ha agudizado peligrosamente la crisis orgánica que vive la FDTC, y colocado, a la organización más representativa del movimiento sindical cusqueño, al borde de la división.
Sería realmente un acto de extrema irresponsabilidad si los sectores que se disputan la conducción de la FDTC no hacen los esfuerzos necesarios para administrar sus discrepancias y comprometerse a encontrar un mecanismo unitario que garantice la realización de un congreso democrático y representativo, que permita dotar a la FDTC de un programa de lucha que recoja las principales aspiraciones de los trabajadores cusqueños y elegir una junta directiva que cuente con el apoyo y respaldo de las bases sindicales.
La crisis de la FDTC tiene varias aristas, y rebajarlo al enfrentamiento personal, como quedó demostrado en el frustrado congreso, es la peor manera de evadir discutir las causas reales que han llevado a la derrota y aislamiento del movimiento sindical.
La principal, se trata de una crisis integral de todo el movimiento sindical peruano debido a los profundos cambios que el neoliberalismo ha producido en las estructuras ocupacionales, el paso al predominio de la economía de los servicios y la tercerización del mercado de trabajo que ha debilitado al tradicional movimiento sindical hasta convertirlo en un actor marginal, sin peso social en la escena política nacional, y sumado a la creciente despolitización de los trabajadores, el movimiento sindical ha perdido su identidad política que era donde residía la fuerza real de los trabajadores.
Aquí es donde deben estar centrados todos los esfuerzos de los sindicalistas para discutir y elaborar nuevas alternativas que permitan al movimiento sindical salir de la crisis en que se encuentra y posicionar los problemas principales de los trabajadores –salarios, trabajo, pensiones y derecho a la organización sindical- en el centro de la agenda política nacional y convertir al movimiento sindical en la fuerza articuladora del movimiento popular en lucha por sus derechos y por construir una patria de justicia y bienestar para todos.
En ese contexto global lo peculiar de la crisis de la FDTC radica en el enfrentamiento de dos sectores que luchan por el control burocrático de la FDTC. La raíz de esta situación crítica radica en las desavenencias personales surgidas en el Comité Regional del Cusco del PCP, y que debido a actitudes infantiles se traslado mecánicamente al interior de la FDTC, último bastión donde todavía tienen algo de presencia los comunistas cusqueños.
Lo primero que tenemos que estar claros es que no es una disputa de proyectos estratégicos ni divergencias de enfoques políticos radicalmente diferentes lo que los separa, sino que son desavenencias personales que ha llegado a adquirir un falso matiz político y cuya máxima obsesión ahora es eliminarse mutuamente.
La lógica que mueve a mis dilectos camaradas es tratar de ganar a como de lugar el congreso de la FDTC no para vencer, sino para derrotar al ocasional adversario, aunque eso signifique al final dividir y destruir a la FDTC.
A pesar de algunas iniciativas y esfuerzos personales de varios camaradas que intentaron tender puentes de entendimiento, ambos sectores han demostrado una desidia e inmadurez total para buscar una solución política que ponga fin al estéril enfrentamiento de grupos que ha disgregado y debilitado al Comité Regional del PCP. Ese clima de enfrentamiento fue azuzado de manera irresponsable y negligente por los miembros de la dirección nacional del PCP, quienes en los momentos más álgidos no tuvieron problemas en actuar como vulgares incendiarios y se dedicaron a proveer de combustible para avivar el clima de enfrentamiento que llevó a la división del Comité Regional del Cusco del PCP.
Al no existir una voluntad política que permita recomponer la unidad del Comité Regional del Cusco, todo parece indicar que valiosos camaradas que se forjaron en las filas de la Juventud Comunista, y que en momentos difíciles y complicados compartieron años de militancia en el Partido Comunista, han decidido marchar por caminos separados pero sin tener una idea clara hacia dónde dirigirse.
Quizás para no perder la vieja costumbre derrotista de nuestra alicaída izquierda, los comunistas cusqueños prefieren enfrentar solos la derrota que intentar luchar juntos.
Lo único cierto es que en esa aventura política todos pierden. Pero hay que ser claros, el movimiento sindical no tiene porque convertirse en el espacio para que los dos grupos de comunistas cusqueños diriman sus desencuentros y justifiquen sus divisiones. Se tiene que respetar el principio de frente único del sindicalismo clasista y ser consecuentes con la historia de lucha y combate que la gloriosa FDTC siempre ha demostrado. Fueron los viejos wiratakas cusqueños los que construyeron la FDTC y sería un acto injustificable que los nuevos comunistas cusqueños lleven a la destrucción a la central de Emiliano Huamantica, Pedro Huilca e Iván Pérez Ruibal.
Con un poco de inteligencia se puede convertir la situación de crisis que vive la FDTC en una oportunidad para desarrollar y plantear nuevas ideas y propuestas que permitan salir de la crisis en que se encuentra la FDTC. Ello pasa porque estos sectores que están pugnando por hacerse del control de la FDTC presenten sus propuestas y visión del sindicalismo cusqueño en el siglo XXI, expliquen cómo piensan revertir la situación de precariedad en que se encuentran los trabajadores y expongan cuáles son los objetivos de la lucha en el presente periodo.
Hacer que el próximo congreso de la FDTC se convierta en una tributa de debate y discusión, de elaboración de un proyecto para el movimiento sindical cusqueño, de un programa de lucha para el movimiento popular y que la elección de la nueva junta directiva de la FDTC se realice por medio del voto universal de todos los sindicalistas afiliados a la FDTC, darle un nuevo sentido a la democracia sindical y dejar que los trabajadores de base sean los que decidan el rumbo orgánico de la FDTC..
Para ello el congreso debería elegir un comité electoral para que en el plazo no mayor de 6 meses organice el proceso electoral, actualice los planillones de afiliados a la FDTC, regularice la cuota sindical, y con el apoyo de la ONPE, lleve a cabo la elección de la nueva junta directiva.
Como decía Gramsci, la crisis es una etapa en donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Lo revolucionario en estos momentos es trabajar por forjar un nuevo sindicalismo con una FDTC fuerte, sólida, democrática, clasista y combativa.
Esa debe ser la tarea de los comunistas cusqueños, forjar conciencia de clase, luchar por los intereses generales del pueblo y trabajar por la unidad de los trabajadores cusqueños.
¡Como siempre lo fue!