Los delirios de grandeza de Alan

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Por Fredy León

Dice Alan que la historia le debe un homenaje eterno por haber salvado a nuestro país –y gran parte de América Latina- de las terribles garras del chavismo. «Cumplimos con el Perú, derrotamos al chavismo demagógico y dictatorial y afirmamos el camino del Pan con Libertad. Así quedará en la historia.”

No sé si algún historiador tendrá la audacia suficiente como para dar crédito a las alucinaciones de Alan y elevarlo al pedestal de salvador que reclama, que imagino debe estar a la altura de la figura del Cristo que recibió como regalo de Odebrecht y que perenniza los vínculos carnales que cultivó Alan con la empresa brasileña.

Yo lo que sí creo es que la historia -la verdadera- para que sea justo con Alan hablará de un voluptuoso personaje con desmedidas ambiciones de grandeza y cuya vida representa la vertiginosa degradación moral de todo un partido político.

Será una historia que hablará de los dólares MUC; de la matanza en los penales; del descalabro que significó su primer gobierno; de la matanza de Bagua; de los indultos a narcotraficantes; de la prescripción del delito; del 5% en que quedó reducido el viejo partido de Haya de la Torre luego del gobierno de Alan; pero sobre todo, será una historia que hablará de la corrupción aprista, de cómo los viejos compañeros de lucha se transformaron en “ratas”–termino muy caro a Alan- ávidos hasta lo inimaginable para lucrar con los dineros de todos los peruanos.

¿Hay algo más indigno que eso? ¿Hay algo más deleznable que ver un político rodeado por “ratas”? No lo creo. El nombre de Alan estará asociado indisolublemente a la corrupción, así como han quedado grabados los nombres de Fujimori y Montesinos.

Luego de todo lo vivido, le va resultar imposible intentar construir un relato épico y conseguir que su nombre no quede manchado por la mugre de la corrupción. Difícil tarea la que tiene por delante Alan García. Por eso que en un desesperado afán de pretender desviar la atención, a Alan se le ha ocurrido la genialidad de atizar las viejas conciencias con el cuento del anticomunismo más ramplón y primitivo y presentarse como el salvador de la patria frente a una ficticia amenaza chavista.

Su relato en ese campo es patético, su imaginación de lo más ridículo y su objetivo simplemente una ilusión irrealizable. Dice Alan que nos ha salvado de las garras del chavismo, y eso, según Alan, debería resultar más que suficiente para que la historia lo salve de la ignominia a que está condenado y le perdone sus “pecadillos” de mafioso.

Alan puede fantasear todo lo que quiera con respecto a la figura del comandante Hugo Chávez, puede llegar al extremo absurdo de polemizar con los muertos, pero que no se olvide que mientras “el cadáver goza de buena salud” y consigna el respeto de gran parte de sus con-nacionales; aquí estamos asistiendo a la agonía final del máximo dirigente del aprismo en medio de una brutal batalla por salvar honras perdidas.

Cada revelación sobre los casos de corrupción comprometen a personajes de su entorno y lentamente se va cerrando el círculo que aprisiona a Alan y, si la justicia hace su labor, las “ratas” pronto tendrán compañía celestial.

No es el fin del chavismo lo que se avecina, es el fin de Alan García fagocitado por un viejo problema que destruye las ínfulas de grandeza cultivados por políticos advenedizos: la corrupción.

 

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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