Por Fredy León
Felizmente que Lourdes Alcorta -ex PPC y ahora fujimontesinista a rabiar y poco pensar- no tiene la potestad de decidir quién debe existir y quién no. Fujimori y Montesinos sí lo tenían: Barrios Altos, La Cantuta, Pedro Huilca, son mudos testigos del accionar criminal del fujimontesinismo.
Aunque Lourdes sea amiguita del Cardenal, sus actuales poderes de destrucción no dan para tanta bravuconada, a lo mucho solo le alcanza para contribuir pecuniariamente a la triste existencia de Keiko, a quién le debe su curul parlamentario, con sueldo incluido.
Pero esto no significa que debámos pasar por alto las infelices declaraciones de Alcorta y minimizar la amenaza lanzada contra Verónika. El talante antidemocrático que muestra Alcorta es alimentado por el comportamiento mafioso del fujimontesinismo, que cuando tienen algo de poder, no dudan en utilizarlo para defender sus proterbos intereses.
En este caso, esperamos que Keiko desautorice lo expresado por Alcorta. Si no lo hace, estamos avisados.
Pero volvamos al tema de la corrupción
Lourdes, cumpliendo al pie de la letra esa vieja táctica que dice el ataque es la mejor defensa, no se le ocurrió mejor idea -¿o es la única que tiene?- de defender la muy cuestionable honorabilidad de Keiko, levantando el refrito de las «letras de Verónika en la agenda de Nadine».
Esa reacción hepática de Lourdes es síntoma de debilidad y demuestra la torpeza y limitación mental de la representante fujimontesinista. No se defiende la honra propia denostando y mancillando la ajena.
Primero, con esa ridícula declaración Lourdes pretende desviar la atención sobre un tema concreto que atañe la honorabilidad de Keiko y su excesiva complacencia con los sonados casos de corrupción que comprometen a connotados dirigentes de su partido y familiares cercanos, y sobre los cuáles existen pruebas contundentes.
Segundo, el fujimontesinismo es mayoría en el Congreso, ahí actúan bajo consigna y funcionan como una pesada aplanadora. Si ellos creían tener pruebas que relacionaban a Verónika con algún hecho delictivo, han podido formar una comisión investigadora y formular públicamente la acusación ¿por qué no lo hicieron? Simple, porque no hay ningún indicio que ponga en tela de juicio la conducta moral de Verónika.
Tercero, estamos entrando a una velada campaña, muy bien sincronizada, donde los personajes vinculados a la corrupción han optado por defenderse recurriendo a la vieja treta de acusar a todo el mundo de corruptos. La corrupción se ha vuelto tan generalizada que resulta fácil dudar de todos, y por eso, los corruptos creen que va ser difícil erradicar la corrupción en el país.
La lucha contra la corrupción necesita que exista un movimiento social con capacidad de presionar a las autoridades para que esclarezcan los casos y sancionen a los corruptos. Y eso lamentablemente aún no existe en el país. Hace falta un movimiento tipo «manos limpias», como existió en Italia, para hacer efectiva la lucha contra la corrupción.
Solo cuando la indignación ciudadana rebace los estrechos marcos legales de la lucha contra la corrupción, se podrá realmente enviar a la cárcel a los corruptos.
Mientras tanto, terminar con la impunidad de los corruptos pasa por desmontar el discurso confusionista que personajes -tipo Lourdes Acosta- buscan generar caos y crear desconfianza en la sociedad.
Aquí radica el valor de las palabras de Verónika. Sus declaraciones emplazando a Keiko (“Con qué autoridad un partido con prófugos y procesados por lavado de activos pude hablar de combarir la corrupción?”) son un golpe directo dirigido a los corruptos y un llamado a que la sociedad asuma su papel protagónico en la lucha contra la corrupción.
Solo si llegamos a romper «el pacto infame de hablar a media voz» vamos a ser capaces de erradicar el cancer de la corrupción