Por Fredy León
Alberto Moreno es, sin lugar a dudas, el rostro mas importante de lo que queda de “la vieja izquierda”, esa que tiene raíces comunistas y protagonizó grandes jornadas de lucha en el siglo pasado, que tuvo su gran oportunidad en la década de los 80, con la Izquierda Unida, pero por sus propias limitaciones y errores cometidos, llevaron a la izquierda a una derrota estratégica.
Consecuencia de eso es que hoy divagan en la nada.
No han desaparecido, pero es una izquierda que ha perdido sintonía con la historia y carece de perspectivas de futuro, sus actuales dirigentes no tienen ese aliento heroico -que existió en el pasado- ni poseen la estatura intelectual como para lograr cautivar al pueblo con los ideales socialistas y generar una nueva ilusión colectiva en el proyecto revolucionario.
Es una izquierda que se ha quedado paralizada y contemplando la pradera con los cerillos enmohecidos entre sus dedos.
Tal como están lo máximo que pueden aspirar es a seguir sobreviviendo y defendiendo numantinamente sus envejecidas siglas partidarias. No aspiran a más. La patria les ha quedado demasiado grande. En sus raleadas filas se ha impuesto una mentalidad derrotista, una falta de ambición por hacer historia, un miedo a enfrentar de manera autocrítica la realidad y reconocer, como decía el filósofo polaco Zygmant Bauman recientemente fallecido, que “los grandes cambios de la historia nunca llegaron de los pobres de solemnidad.”
Es una izquierda que cree que la historia les ha jugado una mala pasada. A contra corriente de lo que afirmara Benedetti “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”; pero nuestra izquierda sigue esperando que la historia les pida disculpas. Ellos nunca se equivocaron, fue la realidad que se equivocó de camino.
Por eso que afirman tener la razón en todo, a pesar que en las últimas tres décadas no han ganado ninguna batalla política importante. ¿La culpa? “…hay mucho conservadurismo, la gente no se atreve a cambiar, el peso de las costumbres es tan grande que se resiste al cambio”, dicen.
Podría ser cierto si fuéramos únicamente predicadores de la palabra. Pero esa idea, en alguien que aspiró a dirigir la revolución socialista, refleja confusión y pesimismo.
“El capitalismo no es sólo un sistema económico, sino también una razón y como tal ocupa y coloniza los espacios culturales en los que antes se podía expresar el pensamiento.” (Nos queda la poesía, Beatriz Gimeno)
De ahí la importancia de la lucha ideológica, de la lucha de ideas, de crear conciencia de clase y forjar una nueva subjetividad revolucionaria en el pueblo, de contar con instrumentos de educación y formación política.
La lucha por ganar la conciencia de la gente es la principal batalla política que un Partido Comunista tiene que librar para poder acometer con éxito la lucha por el poder. La labor de los dirigentes es reconstruir el discurso político de los comunistas, rearmar la utopía comunista con ideas firmes y cargados de futuro, encontrar nuevas razones que convoquen a la lucha y crear un optimismo en el triunfo de la revolución. En definitivas cuentas, tener voluntad de poder.
Eso es lo que le falta a Alberto Moreno. Su discurso se nutre de las dolencias de un dirigente donde el pasado se ha convertido en el lugar de la frustración personal y que tiene miedo a pensar en el futuro, en el que sabe que no estará.
Moreno tiene que abandonar la clandestinidad en que ha vivido y romper con la mentalidad de secta que religiosamente ha cultivado. Si alguien puede ayudar a salir de la situación de crisis en que se encuentra el comunismo peruano, es justamente él.
Para ello se necesita hablar con claridad y tomar tres decisiones con visión de futuro: Forjar la unidad de los comunistas peruanos; construir las fuerzas políticas y sociales que nos permitan disputar el gobierno el 2021 y, trabajar de manera leal y consecuente para consolidar el liderazgo político conquistado por Verónika Mendoza.
Parafraseando a Engels, cada paso concreto que demos en esa dirección, será un avance extraordinario del movimiento revolucionario peruano.
¿Se atreverá Moreno a desafiar el futuro o quedará atrapado en las frustraciones del pasado?
Personalmente no tengo muchas expectativas, pero a veces la historia nos depara sorpresas.