Por Fredy León
Luego del anuncio realizado por los máximos dirigentes del PC y Patria Roja sobre la inminente reunificación de ambas organizaciones políticas, los documentos elaborados para la discusión en el XV Congreso del PC, que debía llevarse a cabo en diciembre, han quedado totalmente desfasados. Lo poco que valía la pena debatir, ha perdido toda actualidad.
Ojalá que pronto podamos conocer los plazos, mecanismos y propuestas de ese proceso de unidad planteado por el PC y Patria Roja. La unidad, para que sea duradera, no debería estar sujeta a las urgencias coyunturales, sino que tiene que estar acompañada de un proyecto estratégico de largo plazo.
No creo –como algunos pesimistas sostienen- que las declaraciones de unidad hayan sido una simple pose del momento, y que tras esas promesas no hay nada concreto, que los dirigentes del PC y Patria Roja no tienen la voluntad expresa para cumplir con el compromiso asumido.
Dudo que los máximos dirigentes del PC y Patria Roja sean tan irresponsables o unos demagogos de pacotilla que juegan a la política, y que el espíritu unitario que mostraron en el evento de los partidos comunistas de América Latina, fue una simple formalidad.
La unidad de los comunistas no puede dejarse en manos de quienes no tienen una firme convicción unitaria y tampoco puede ser vista como la simple suma de siglas de estas dos organizaciones políticas. La unidad tiene que ser tarea de todos los comunistas con o sin militancia partidaria, tiene que ser un proceso amplio que convoque a todos los revolucionarios que sienten que ha llegado la hora de construir un solo y fuerte partido de los comunistas peruanos, un proceso abierto a la sociedad y que tenga en el movimiento popular su principal base social.
El punto de partida de este proceso unitario tiene que ser el debate franco y democrático de las ideas y propuestas para crear una nueva identidad revolucionaria, comunista. Lo primero que se necesita es tener la convicción absoluta del paso a dar. En el debate de ideas se tiene que afirmar una nueva cultura revolucionaria que fortalezca el sentimiento unitario; una nueva mística partidaria basada en la convicción de los ideales comunistas; una nueva ética revolucionaria de luchadores por un Perú nuevo y una nueva práctica coherente con la visión de un Partido profundamente revolucionario y al servicio del pueblo peruano.
Esas son las condiciones sine que non para avanzar con paso firme en la construcción colectiva de un proyecto revolucionario de renovación del comunismo peruano que genere ilusión en las masas populares, convoque a la acción política y ponga la lucha por el socialismo en el centro de la agenda.
La unidad va demandar otras miradas y propuestas audaces para sentar las bases sólidas y duraderas de ese proceso. Va significar atreverse a renovar el pensamiento revolucionario sin renunciar a las raíces históricas que dieron origen al comunismo peruano.
Desde esa óptica, los documentos elaborados para su debate en el XV Congreso del PC no sirven para avanzar por el camino de la unidad; no solo porque no dice nada sobre el tema de la unidad de los comunistas, sino por la pobreza teórica en el análisis del periodo político, la falta de propuestas claras y la ausencia de una estrategia de poder.
Un partido comunista que no se plantee con seriedad y responsabilidad el tema del poder no tiene sentido ni futuro. Y en los documentos del XV Congreso, el tema del poder brilla por su ausencia.
Y es que tal como afirmamos en el artículo “La crisis terminal del PC”, las tesis políticas y orgánicas presentadas para su debate en el XV Congreso del PC responden a un enfoque derrotista y pesimista de una organización que ha perdido su esencia revolucionaria, que vive una crisis de ideas y de liderazgo político, que se muestra incapaz de poder renovar su discurso y su práctica política y que ha perdido su vinculo orgánico con el movimiento popular.
Las “tesis orgánicas”no contienen ningún balance del PC, no hay un diagnóstico objetivo de la situación en que se encuentra el partido, y el documento no avanza más allá de proponer las consabidas medidas administrativas para intentar solucionar un problema político que tiene que ver con la concepción misma de lo que debe ser el Partido Comunista en el siglo XXI.
Por eso que no nos equivocamos cuando afirmamos que el PC vive una crisis terminal. Tan grave es la situación en que se encuentra el viejo partido fundado por Mariátegui que el máximo aporte –si así se le puede considerar- expuesto en las tesis orgánicas es proponer “que las células ya no se formen con tres militantes, sino con cinco” (Tesis 24)
¡Esa es la gran genialidad que nos presentan como novedad!
Harían bien los dirigentes del PC en recordar esa frase de Lenin que decía “La actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase, primero, y, después, a las masas.” (V.I. Lenin; “La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo” Capitulo VII)
Uno de los problemas irresueltos del PC, y que ha hecho crisis hace tiempo, es que mantiene una estructura orgánica obsoleta e ineficaz para la lucha política que viene de otros tiempos y responde a otra visión estratégica.
Una organización revolucionaria siempre se estructura en función de los objetivos estratégicos.
Cuando surgió el PC se pensaba que la revolución iba a desenvolverse por la vía insurreccional, y conforme a esa visión, el Partido trabajó durante décadas para desarrollar una estructura celular clandestina que tenía como objetivo organizar políticamente a las masas obreras y campesinas e impulsar la huelga general para tomar el poder.
Esa propuesta estratégica, esa visión insurreccionalista de la revolución ya no responde a la realidad. La lucha política, la lucha por el poder ha sufrido cambios radicales y la disputa del gobierno –que no es sinónimo de poder, pero es parte integrante del poder- se desarrolla a través de las elecciones. El gobierno se puede ganar con los votos, pero se va necesitar tener un movimiento social fuerte para llevar adelante los cambios que el país necesita.
Nadie en el PC defiende la vía insurreccional para llegar al poder, por lo menos nadie públicamente; pero lo ilógico e inexplicable es que los que elaboraron las tesis orgánicas siguen apostando por mantener esa vieja estructura orgánica que responde a una visión de la revolución que ha sido superada por la realidad.
Esa incongruencia, entre el objetivo estratégico y la forma organizativa, es lo que ha hecho crisis hace tiempo y ha llevado a que el PC se convierta en un partido intrascendente que no sirve para la lucha política, más parecido a una secta revolucionaria que vive de la nostalgia que a una organización viva y revolucionaria que lucha por el futuro.
La actual estructura orgánica es una camisa de fuerza que anula las potencialidades revolucionarias de quienes militan en esa organización y que no son atractivas para los nuevos sectores sociales que han surgido y que han ampliado el concepto del sujeto social de la revolución.
Como la lucha por el poder político ha dejado de ser la preocupación principal del PC, ahora sus aspiraciones se reducen a preservar su debilitada presencia en el movimiento sindical. Esa es toda la labor “revolucionaria” de la estructura celular del PC, y que son la preocupación central de las tesis orgánicas. En el fondo, ellos postulan un Partido para defender el espacio social de una burocracia enquistada en el movimiento sindical y no un Partido revolucionario que luche por el poder político para los trabajadores.
El segundo error de las tesis orgánicas es que reduce la idea de construir partido con el simple deseo de fortalecer el aparato orgánico del partido. Para construir Partido se necesita forjar un movimiento de masas enfrentado al poder de la burguesía. El Partido se construye en las masas, en la confrontación política, ideológica y económica con el poder estatal. Si no existe un movimiento de masas, la fuerza y presencia del Partido se diluye, se vuelve insignificante.
Todos coincidimos en que el movimiento sindical ha perdido su identidad revolucionaria y no tiene la capacidad de movilización que tenía hasta finales de la década de los 80. Ese papel lo desempeñan ahora otros sectores sociales que se han desarrollado al margen de los partidos políticos, y a los cuales hay que prestar atención, no con una visión seguidista, sino con la mira puesta en como potenciar el movimiento social para tener una base política que permita construir Partido.
En la confrontación con el fujimontesinismo primero, y luego contra las políticas neoliberales, han surgido, de manera aún embrionaria, otros movimientos sociales que han venido cobrando importancia, como los movimientos regionales, medio ambientalistas, femenino, juvenil y el movimiento de LTGB que luchan por los derechos de las minorías sexuales.
En la práctica son estos nuevos movimientos sociales los que han desplegados las luchas de masas mas importantes en los últimos tiempos, y son los que en las calles vienen enfrentando a los sectores más reaccionarios y conservadores de la sociedad peruana. En la actualidad podemos afirmar que es la lucha por los derechos civiles y democráticos lo que espolea las conciencias de las masas populares.
El Partido debería ver esos movimientos como parte de la construcción de las fuerzas sociales revolucionarias, el eslabón para reconstruir el movimiento sindical, darle amplitud para que pueda desempeñar su rol de ser el articulador de todas esas fuerzas que se enfrentan a las políticas neoliberal y que ahora actúan de manera dispersa y no tienen los nexos orgánicos que les permita mantenerse en el tiempo.
Un tercer error de las tesis orgánicas es que no se plantea construir los instrumentos políticos para fortalecer la organización partidaria. Se habla vagamente de fortalecer el aparato orgánico del PC con la aplicación de algunas medidas administrativas, pero no se tiene claridad de cómo encarar esa labor.
Lo principal: para construir organización se necesita contar con una política de comunicación que permita vincular el Partido con las masas populares; pero lo que salta a la vista en las tesis orgánicas es el menosprecio que muestran con respecto al rol que debería cumplir la prensa partidaria. Como no llegan a comprender que en estos tiempos la prensa partidaria es la herramienta política más importante para construir organización, entonces existe una actitud de autocomplacencia que cree que es suficiente editar Unidad mensualmente. Esa labor es loable pero resulta insuficiente. Unidad, tal como está concebido, no cumple a cabalidad su función, su contenido está lejos de expresar el latir de las masas populares, y por eso queda la impresión de que Unidad es una prensa que pierde su actualidad antes de salir de la imprenta.
La lucha política es principalmente una lucha de ideas, y en ese campo la derecha tiene la hegemonía casi absoluta, disponen de un poder que no se debe subestimar, es un inmenso poder mediático gracias al control que tienen sobre los principales medios de comunicación masiva. Ese poder mediático muchas veces reemplaza el papel de los partidos tradicionales de derecha. Disputar esa hegemonía requiere llevar la pelea en ese campo de batalla; tener propuestas, capacidad intelectual para explicar y convencer a las masas populares de la justeza de las ideas comunistas, y por supuesto, se necesita disponer de los medios necesarios para romper el silencio impuesto por los medios de comunicación.
La lucha política es una lucha por ganar la conciencia de las masas, y eso solo se logra si tenemos ideas y propuestas, pues como decía Marx “cuando las ideas se apoderan de las masas se convierten en una fuerza material.”
Mientras la derecha sabe y reconoce el papel importante que desempeña la difusión de las ideas como forjadoras de la conciencia, en el PC no existe el mínimo esfuerzo para hacer un trabajo serio y audaz en ese campo. Hay una visión demasiado artesanal de lo que son las redes sociales, no existe la mínima intención para sistematizar esa labor y ganar presencia institucional a nivel de las redes sociales. Ni que decir de la iniciativa de editar una revista ideológica. No tienen ánimos, intenciones ni material humano para asumir esa apasionante labor que fue anunciada infinidades de veces, pero que nunca han llegado a materializar.
Un partido sin ideas, sin propuestas, sin dirigentes reconocidos y prestigiados, sin una prensa revolucionaria ágil y de calidad que construya identidad política, forje conciencia revolucionaria y organice a las masas populares, sin locales partidarios donde concentrar a la militancia, es como un cementerio de ilusiones muertas.
Y en ese cementerio en que han ido convirtiendo al viejo Partido Comunista, hoy divagan los fantasmas del pasado revividos en esas tesis orgánicas que están atrapadas por una visión obsoleta de un prototipo de Partido que ya no responde a las exigencias de los tiempos que vivimos, de dirigentes que santifican la mediocridad de una organización que ha perdido su trascendencia y que no tienen ni la sensibilidad para poder imaginar y soñar con un Partido Comunista fuerte, grande, poderoso y con capacidad para disputarle el poder a la derecha.