No es nostalgia, es consecuencia.

Chavez-pueblo

Por Fredy León

Sin huevos no hay tortillas, pero si Eduardo Gonzalez-Cueva me demuestra que es posible hacer unas deliciosas tortillas sin necesidad de quebrar esos huevos, entonces calladito suscribo el 100% de sus brillantes ideas expuestas en su artículo «Tráfico de la nostalgia»

Algunos se preguntarán ¿Y qué tiene que ver las tortillas con la sesuda crítica epistemológica que hace Gonzalez-Cueva del chavismo?

Simple: la realidad, terca y tozuda, es la que siempre impone los límites a los deseos.

Así como nadie ha logrado todavía elaborar unas exquisitas tortillas sin quebrar los huevos; no creo que sea correcto, ni honesto, pretender analizar el fenómeno de Chávez sin tomar en cuenta la realidad concreta donde se forjó ese pensamiento.

El análisis que realiza Gonzalez-Cueva sobre la izquierda y Chávez es tan correctamente perfecto, tan pulcramente redactado, tan divinamente formulado que si no fuera por ese pequeño olvido, ese insignificante detalle, esa nimiedad; estaríamos frente a una propuesta revolucionaria. Pero lástima, en la omisión de ese pequeño detalle está la clave de toda la fragilidad del análisis que hace Eduardo Gonzalez-Cueva.

La realidad concreta de Venezuela fue la que dio forma a esa propuesta política y esa realidad fue la que condicionó su praxis.

La identidad política de Chávez no se construyó predicando en el pulpito ni en los salones oficiales de Miraflores donde se turnaban adecos y copeyanos. Ese pensamiento revolucionario se construyó en el enfrentamiento abierto con el poder dominante de una clase social que sometía con extremada violencia al pueblo venezolano. El chavismo es resultado de una identidad política producto de la confrontación y polarización de una sociedad que ya no podía resistir el estallido social que lentamente se venía incubando debido a los efectos desastrosos que ocasionaron las políticas neoliberales.

Chávez no surgió para construir un paraíso terrenal sino para enmendar los grandes entuertos que el neoliberalismo impuso durante décadas en Venezuela. ¿O ya olvidamos lo que significó el “caracazo” durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez? ¿O es que creemos que la Venezuela de antes de Chávez era un dechado de felicidad y prosperidad, donde la renta petrolera se distribuía con magnifica equidad?

Que lo haya conseguido o no es parte de un debate, pero difícilmente se puede desconocer los grandes cambios que se operaron en Venezuela y en la región. Yo creo que es demasiado prematuro y apresurado poder emitir un juicio definitivo sobre la obra de Chávez; pero es imposible negar que en su paso por este mundo, Chávez hizo caer las hojas secas del neoliberalismo y luchó por construir una sociedad donde la vida de los pobres y desposeídos eran el centro de su preocupación.

Chávez derrotó ese proyecto de recolonización llamado Alca que George Busch quiso imponernos con la anuencia servil de una derecha neoliberal, que siempre actúa al compás de lo que el imperio le dicta. ¡Y mandar el Alca al carajo no fue poca cosa!

Chávez dio un impulso vital a un proceso emancipador y de integración regional que tiene en UNASUR, PetroCaribe y TeleSur como sus obras más importantes; no logró constituir el Banco del Sur, pero la idea está ahí.

No es casual que la actual ofensiva neoliberal busque justamente destruir esos logros. En Argentina, el gobierno neoliberal de Macri, lo primero que hizo fue vetar las trasmisiones de TeleSur, y los golpistas en Brasil –que pocos se atreven a condenar en público y muchos mantienen silencios cómplices- buscan dinamitar MERCOSUR.

¿Que UNASUR, PetroCaribe, TeleSur fue obra de un caudillo? Bueno, yo tengo serios problemas en entender ese maniqueísmo simplón de vaciar de contenido a las palabras.

Para Gonzales-Cueva en la izquierda solo hay caudillos que nos llevan al desastre ¿Y en la derecha? ¿Odría, Belaúnde, Fujimori, Alan que son? ¿Y PPK, cuyo remedo de partido lleva hasta las iniciales de su nombre, que es?

¿Y en Estados Unidos, cómo es el asunto? ¿Líderes o caudillos? ¿El voto se disputa entre demócratas o republicanos o entre Hillary o Donald?

Reducir la figura de Chávez a la imagen de un simple caudillo militar, bruto y ambicioso, es no solo faltar el respeto a Chávez sino es tratar de quitarle la esencia a su obra, es apuntar al corazón mismo del proyecto bolivariano para destruirlo. Chávez es pueblo, es el vínculo emotivo que mueve las conciencias de los venezolanos, de los millones de excluidos, los marginados, los invisibles moradores de las parroquias y ranchos que cobraron vida política con Chávez. Son ese pueblo que descubrieron la luz con “la operación milagro”, que aprendieron a leer y escribir con la misión “yo si puedo”, que adquirieron conciencia de que la renta petrolera debía primeramente pagar esa enorme deuda social que el país tiene con los marginados y abandonados, y que cuando les quisieron arrebatar eso, no dudaron en bajar de los cerros para derrotar la intentona golpista de los sectores pudientes, que se niegan a compartir sus privilegios, y lograron que Chávez vuelva al poder.

Y esa es la realidad que está fuera del entendimiento de Eduardo Gonzalez-Cueva, quien mirando para la derecha recomienda a la izquierda ¡hagan las tortillas pero cuidado con quebrar los huevos! Para Eduardo, estos no son tiempos para abrazar con pasión ideas revolucionarias; sino tiempos para atar las amarras y esperar con tranquilidad la vejez.

Ojalá que los procesos políticos en nuestra América Latina fueran como él sueña, procesos tranquilos y sencillos, más parecidos a una bonita fiesta de ángeles que a un aquelarre de brujas.

Por eso supongo que cuando toca el tema actual de Venezuela lo hace de una manera tan sesgada que se le nota de lejos sus preferencias políticas; y desde esa su opción, critica a quienes no arriamos banderas, a quienes nos mantenemos en las mismas trincheras de combate, a quienes no mudamos de piel y creemos como Gabriel Celaya “Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”

Gonzalez-Cueva nos dice que los viejos males de Venezuela no vienen de ese viejo sistema capitalista que se niega a morir sino son producto de la acción de quienes buscan parir una nueva sociedad. Para él, no son las fuerzas del pasado que se resisten y se niegan a compartir sus privilegios; sino son las fuerzas del futuro que buscan darle un nuevo sentido al concepto de justicia social, los únicos culpables de la polarización política que vive actualmente Venezuela.

Su crítica al supuesto “presidencialismo absoluto” carece de sentido. Venezuela no es una república parlamentaria. La oposición, si bien es cierto ganó mayoría en la Asamblea Nacional, creen que eso les da derecho para gobernar. Esto ha ocasionado la singular situación donde existe un poder del estado enfrentado a los demás poderes y donde  la nueva Asamblea se ha propuesto como máximo objetivo el de derrocar al gobierno de Maduro, objetivo principal que fuera declarado por Ramos Allup al asumir la presidencia de la Asamblea Nacional, quien anunció que le quedaba tres meses de vida al gobierno de Maduro. ¡Y ya van 7 meses de permanente desestabilización del país para alcanzar ese objetivo!

Para lograr sus propósitos a la oposición no le importa con incendiar el país. Ellos se rigen por esa vieja táctica “cuanto peor para el país tanto mejor para nosotros”. Y en esa disputa no somos neutrales. La disputa política en Venezuela no es una lucha entre buenos y malos, es una lucha entre dos proyectos políticos bien diferenciados.

Esta es una situación similar a la que se puede presentar en nuestro país si se cumple el anuncio de Keiko cuando dijo que gracias a la mayoría parlamentaria “vamos a convertir las propuestas de nuestro plan de gobierno en leyes.” Vamos a ver a nuestros distinguidos amigos, que en Venezuela no distinguen entre una pulga y un mastodonte, cuál será su actitud si en el país se presenta una disputa entre el gobierno de PPK y el Parlamento controlado por el fujimontesinismo.

En el tema de Venezuela no es la nostalgia lo que nos mueve, es la consecuencia con nuestros ideales revolucionarios. Esa palabra, que para Eduardo Gonzalez-Cueva está en desuso, totalmente devaluada y desprestigiada; pero que para algunos sigue teniendo plena vigencia, pues con nuestros principios somos necios, somos como dice la canción de Silvio:

yo no se lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
allá dios, que será divino.
yo me muero como viví.”

 

 

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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