Dos K sin muchos matices

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Por Fredy León

El divertido cruce de opiniones entre Keiko y Kenji sobre sus ambiciones personales ha dado lugar a que algunos analistas políticos hablen del surgimiento de dos tendencias al interior del fujimorismo: albertistas y keikistas.

En esa línea de análisis, algunos comentaristas mas audaces han llegado al extremo de querer extrapolar los líos caseros entre Keiko y Kenji con lo sucedido en el Frente Nacional de Francia, donde la hija tuvo que expulsar al padre para afirmar su propio liderazgo y buscar lograr lo que el padre nunca pudo conseguir: intentar ganar las próximas elecciones presidenciales en el país galo.

Dicen que el estilo es la persona. Esto, siendo una verdad de Perogrullo, en política viene a ser el elemento central que identifica a los líderes políticos. En ese sentido, y sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que Keiko es a Kenji lo que Fernando Belaunde fue a Francisco Belaunde. A uno la naturaleza le sonrío de manera pródiga mientras que al otro lo acogió con una frialdad espeluznante.

Keiko ha ganado experiencia política y tiene mas habilidad para trasmitir sus ideas mientras que Kenji se comporta como el hermano menor, caprichoso, majadero y celoso de los éxitos conseguidos por su hermana; pero ambos son hijastros del poder, son hechura de ese periodo de oprobio y desmoronamiento moral que vivió el país.

Keiko y Kenji le deben todo lo que son a la cercanía que mantuvieron por años con ese poder corrupto y mafioso manejado de manera inescrupulosa por su progenitor bajo la atenta mirada de Montesinos.

Esa es la fuente donde Keiko y Kenji bebieron y se educaron, y en la cual, la conducta rapaz de Vladimiro Montesinos fue el prototipo ideal que ellos admiraron a rabiar durante sus años de gloria. Hay que recordar que ninguno de los dos tiene una tradición heroica de militancia partidaria, sus liderazgos partidarios son una prolongación de la herencia paternal, y en el ámbito intelectual, los aportes al desarrollo de las ideas políticas son simplemente nulas.

Ellos son las dos caras de la misma moneda falsa acuñada por Alberto Fujimori. Fuera de ese entorno familiar, dudo que tengan posibilidades de sobrevivir.

Por eso más allá de especular sobre los motivos de esas divertidas puyas virtuales que de vez en cuando nos ofrecen, deberíamos preguntarnos ¿Qué cosa diferencia realmente a los hermanos K? ¿Es Kenji el defensor acérrimo del legado de su papá, como dicen? ¿Representa Keiko el tantas veces anunciado aggiornamiento del fujimorismo?

En lo que respecta a los temas centrales, que son la identidad y razón de ser del fujimorismo – constitución del 93; modelo económico neoliberal; lucha contra el terrorismo y defensa de la inocencia de Fujimori- no tienen ninguna diferencia. Keiko y Kenji defienden a ojos cerrados toda la obra política de Alberto Fujimori. No hay el menor atisbo de fisuras cuando se trata de su actitud política frente al pasado fujimorista.

Al no haber ninguna ruptura con las líneas matrices que constituyen la herencia política del fujimorismo, Keiko y Kenji son la continuidad de Alberto Fujimori, cada uno a su modo. Lo único que les diferencia es el estilo personal de encarnar ese rol.

Querer ver diferencias políticas sustanciales entre Keiko y Kenji a partir del choque verbal producto de sus propias ambiciones personales, es como querer vender la idea que Fujimori y Montesinos eran dos enemigos íntimos que actuaban cada quien a su manera.

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"Nada de lo que es humano me es ajeno." Federico Engels
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